Pocas veces se deslizó la Vuelta por paisaje tan ordenado como el que ofrecen los Países Bajos. En el primer viaje por esas tierras se vieron praderas cortadas a cepillo, bosques disciplinados, pulcras viviendas unifamiliares y un carril bici que en España podría ejercer de carretera secundaria si estuviera más bacheado. Y la lección de urbanidad no acaba ahí. Al paisaje de maqueta hay que sumar el entusiasmo del público, que en cualquier recodo colocó un toro o una flamenca para que la caravana visitante se sintiera como en casa.
La consecuencia de tanta civilización es que el temido tramo de pavés que debían afrontar los ciclistas a 28 kilómetros de meta no era más que un bello sendero de hierba y piedras, muy apto para el amor y la poesía pero poco indicado para una emboscada. El peligro, que lo hubo, se planteó por una simple cuestión de número y volumen: no cabían tantos ciclistas por esas carreteras y rotondas. Y el pelotón, frenado por caídas, embudos y agitado por el viento, se cortó como se sospechaba.
El parte de damnificados es largo. Alexandre Vinokourov, Samuel Sánchez, Frank Schleck, Damiano Cunego, Linus Gerdemann, Joaquín Rodríguez y Juanma Gárate, entre otros, se dejaron 18 segundos. Y peor fue para Andy Schleck e Igor Antón, los más ilustres de un amplio grupo que cedió medio minuto. Se trata de diferencias menores, casi insignificantes ante lo que nos espera, pero en la Vuelta, y especialmente cuando hablamos de los ciclistas extranjeros, cuesta distinguir la distracción del desinterés. Cada año tememos que la lista de inscritos no se corresponda con la lista de competidores y cada año solemos tener razón.
Ligero de equipaje, el pelotón se presentó en Emmen dirigido por los equipos con velocistas, que en el caso de Garmin (Tyler Farrar), Quick Step (Tom Boonen) y Liquigas (Daniele Bennati) se relamían ante la posibilidad de la victoria y del liderato. La última recta fue rabiosa y pronto se distinguió la bandera de Bélgica que luce en su maillot Tom Boonen, al que bastaba un segundo puesto para vestirse de oro. Su esfuerzo fue hercúleo, pero breve, y en los últimos metros fue superado hasta por siete ciclistas, Gerald Ciolek (22 años) el primero de todos.
Recordamos entonces que hay otros jóvenes detrás de Mark Cavendish (Fabio Sabatini, de 24 años, fue segundo) y confirmamos que las victorias cada vez están más caras para las viejas generaciones. Óscar Freire, abandonado a su suerte, se presentó el 12º, mientras Bennati cruzaba la meta el 29º, junto al líder.
Un milagro.
La conclusión es que Cancellara mantiene el liderato, aunque las diferencias se acortan y será un milagro que lo mantenga hoy, salvo que una fuga llegue a puerto. Ayer la hubo e incluyó a dos españoles, David García Dapena (Xacobeo, ganador el pasado año en Ponferrada) y Francisco José Martínez (Andalucía). Su grupo de cinco soñadores, que llegó a disfrutar de siete minutos de ventaja, fue atrapado a once kilómetros de meta.
Quede para la anécdota que el sprinter holandés Tom Leezer es el nuevo rey de la montaña al cruzar en primera posición una cota a 15 metros sobre el nivel del mar (el monte más alto del país no pasa de los 321 metros), punto establecido por la organización para honrar a Relus Ter Bee, político holandés fallecido en 2008 y promotor del paso de la Vuelta por los Países Bajos.
Hoy se espera una jornada similar a la vivida ayer, una intriga de viento y rotondas. Será el aperitivo de la terrible etapa con la que la Vuelta se despedirá de su incursión por el extranjero, antes de regresar el jueves al sol mediterráneo, al fuego de Andalucía y al maravilloso desorden de toros de verdad y flamencas de carne y hueso.
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