El Iurbentia pelea por la final con el Khimki

El viajero Iurbentia se sintió equipo de semifinales de la Eurocopa ya mucho antes de timbrar su billete en el duelo contra el Zadar. Bajo la cúpula majestuosa del Palasport Isozaki, un recinto ultramoderno, con un esfuerzo concentrado al máximo, su puesta en escena condicionó el desarrollo del partido. El cuadro croata fantaseaba con tutear a un equipo de ACB de la mano del mago de los banquillos Sagadin, pero cogió un catarrazo de aúpa en el salto inicial. El 10-0 colgó un fardo de lastre en el talento de los balcánicos. Vidorreta tenía muy estudiado el emparejamiento y demandó un ritmo muy elevado durante el trato inicial. Al enemigo le costaba mucho tener continuidad y aunque desde la acera bilbaína se espesaron los ataques durante cuatro minutos, jamás se cedió el mando en el marcador.

El equipo vasco se vio antes de tiempo compartiendo espacio con el suntuoso Khimki y se evaporó de forma lastimosa. El engranaje empezó a encasquillarse mediado el tercer cuarto y eso es algo que la ambición caníbal de los equipos de la antigua Yugoslavia jamás dejan pasar. El empate a 53 en el tránsito hacia el último acto y la cuarta falta de Banic hicieron temer lo peor. Desde la banda se ordenó entonces alargar las posesiones y el equipo regresó mentalmente a la refriega. Por fin volvió a defender y atinó con su selección de tiro. Además, para doblar la empalizada croata ideó un desgaste furibundo de sus piezas claves: el pívot Gecevski, integrante del quinteto ideal de la Eurocopa, y el base Stipcevic. Ambos desfilaron por faltas y eso activó jugadas cruciales: un dos más uno de Guardia y un triple de Blums, los dos mejores, para sellar el 63-55. Scariolo y Garbajosa tomaron nota en la grada de la ambición bilbaína.

Spoiler: