Qué baño, qué humillación, qué ridículo más espantoso. El Recre, seis partidos sin ganar en Segunda y plagado de suplentes, dominó al Atlético con una superioridad aplastante. La rojiblanca fue una de las demostraciones de impotencia más increíbles que recuerdo y eso que uno ya ha visto con este equipo cosas más increíbles que el replicante de Blade Runner. Pese a adelantarse muy pronto, el Decano tuvo la posesión del balón durante el 62 por ciento del partido y no permitió una ocasión medio clara de su rival. No fue un triunfo, fue un abuso.
Dijo Quique nada más acabar el partido que "los jugadores deben hacerse un replanteamiento de su profesión para pasar la eliminatoria". Uno añadiría que para seguir viviendo de esto. Porque la actitud de los futbolistas del Atlético fue deplorable, como si pensaran que por ganar al Sevilla se olvidaban todos los fiascos de la temporada, como si el Recre no mereciera la atención ni el respeto de profesionales tan 'ilustres'. Pim, pam, pum: 3-0. Eso se llama lección.
Dentro del desastre general rojiblanco, hubo mucho villano y alguna víctima como De Gea, que poco pudo hacer en los goles, y, sobre todo, Cedric. El congoleño debutaba y asumió mucho protagonismo de inicio, encarando y atreviéndose. Fue el único atisbo de luz en la oscuridad, pero su estreno acabó en drama cuando Aitor se tiró ante él y el árbitro pitó el penalti que Barrales transformaría en el 2-0. Justo después, a los 24 minutos, Quique sustituyó al chaval para tapar el boquete que había abierto Ujfalusi con una irresponsabilidad.
Porque el punto de inflexión no fue el 1-0, que marcó Fornaroli a los 14' gracias a un buen centro de Aitor y la generosidad habitual de la defensa atlética. No. Fue la expulsión del checo cuando, para evitar una contra tras un córner, se cegó y entró con los tacos a la altura de la rodilla a Fornaroli. Si le pilla bien, le desgracia. Indiscutible roja, pese a que el árbitro no mantuvo luego el mismo rasero con Córcoles.
Tras la expulsión llegó el 2-0 y si alguien esperaba una reacción visitante se quedó con las ganas. Sin Agüero y con Forlán en perpetua depresión, el Atlético se queda en un conjunto de futbolistas entre apañaditos y vulgares. Si no sale enchufadísimo, le gana cualquiera. De los defensas ya se ha hablado largo y tendido, pero no están solos: Camacho y Cléber no sumaron nada a lo que suele dar Raúl García, que es muy poco. Reyes hizo algún intento, pero su resurrección tiene hasta ahora más estilo que sustancia. Jurado se ha diluido como un azucarillo. Simao es una sombra.
Justicia.
Así, la segunda parte fue un monólogo del Recre, con Emilio Sánchez marcando los tiempos, Aitor omnipresente, Barrales aprovechando muy bien su envergadura y Fornaroli su movilidad. Y cuando al uruguayo se le agotaron las pilas, entró Candeias para dar la puntilla a un Atlético que no se merecía llevarse la eliminatoria medio viva al Calderón.
La Copa era el gran objetivo para salvar la temporada y... mal pinta el asunto. En las palabras de Quique ("Algunos no me van a defraudar más") se entiende que varios futbolistas están sentenciados y es previsible que los fichajes se precipiten ahora. Es difícil saber con este Atleti cuando toca fondo, pero si no lo hizo ayer resulta difícil imaginar cómo puede caer aún más bajo.