También presenta cargas tener en vilo al planeta fútbol. Florentino le ha creado al Madrid una imagen de equipo exclusivo, extremadamente lujoso, que le obliga a salir arreglado hasta en pretemporada. No se permite un asomo de debilidad y a eso sonaron los 86 minutos de empate a cero en Irlanda anoche. La cosa tuvo un remiendo galáctico, con gol de Benzema, que ha entrado en el Madrid como una manada, haciéndole creer a la hinchada desde el primer día que va para Ronaldo.
El francés trae un aire de ariete de gran cilindrada, robusto, autosuficiente, imparable arrancándose de lejos. Salió tras el descanso, cuando Pellegrini hizo sonar la cara B del equipo, peor rodeado que Cristiano. Mandó un zurdazo al palo cambiándose la pelota de pierna en un suspiro. Probó por un lado y por otro y salvó el buen nombre del Madrid con una maniobra que justifica su compra: puso el dedo en el gatillo matando y orientando de un golpe un larguísimo envío de Heinze, cuerpeó con el zaguero que llegaba a su espalda para encontrar su mejor perfil rematador y le dio el partido al equipo.
Suyo fue el segundo tiempo, porque el primero lo iluminó Cristiano. Incluso con intermitencias, como ayer, es muchos jugadores en uno. Ofrece abdominales y prestidigitación, centro y remate, potencia y control que diría un anuncio de neumáticos. Un futbolista que emerge sobre el colectivo. Pellegrini le puso con diez del año pasado, quién sabe si para subrayar su condición de superhombre. Lo que ocurre es que a estas alturas de curso ni siquiera él da para tanto.
En la banda.
Pellegrini tomó la decisión ecológica de ponerle en la banda derecha. Mejora mucho el medio ambiente que el luso juegue donde quiere y que eso le haga sitio a Raúl. No hubo repunte del capitán, ni de Guti, ni de Higuaín, ni de casi nadie entre la tropa titular. A los suplentes les resultó más sencillo porque el Shamrock Rovers manseó con el paso de los minutos. Es cabeza de ratón, un equipo laureado en Irlanda que queda desfigurado en cuanto entra en contacto con rivales de ligas mayores.
Del primer borrador Pellegrini quedó un 4-4-2 con rotación moderada entre los cuatro de arriba, un Madrid con balón que le separa de su inmediato pasado, juego a pocos toques, una zaga menos aculada en tablas y una exigencia de que los laterales se alarguen. Ahí disfrutan Marcelo y Drenthe y sufre Miguel Torres. También afloran defectos: se echan en falta un lanzador (léase Xabi Alonso), porque Lass se acaba en el quite y a Gago le sigue quedando grande el traje, y amplitud en el juego. Confluye demasiado tráfico en el centro, colapso que ahoga el remate. Ahora hay que pasar las notas a limpio, con los 'confederados' Casillas, Sergio Ramos, Albiol y Kaká, con los que estén por llegar, con mes y medio de ajuste fino... y con los que se agarran al clavo ardiendo.
Van der Vaart pegó el arreón del mal estudiante para hacer dudar a Pellegrini. También se apreció entusiasmo en Sneijder y Drenthe. Holandeses todos ahora sedientos de gloria. Pero mientras sacan el 5 no está de más dejar de percutir sobre Ribéry y Xabi Alonso, que el fútbol siempre tiene un por si acaso.
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