El Madrid mereció vencer, pero se le cruzaron tantas interferencias en el camino que sus valores, al final, se despistaron entre el ruido. La principal distorsión fue el árbitro, Álvarez Izquierdo, que antes que ayudar a unos y perjudicar a otros, tuvo el efecto de enfadarlos a todos, de colocarnos ante un partido diferente al planteado de inicio, más alegre, según nos dio tiempo a adivinar
aparrós también tuvo su influencia. Dsafió al Madrid por el orden y por el caos. Primero apostó por jugar al fútbol porque su equipo lo respira, pero después quiso descubrir sus oportunidades en un partido bronco. Conocía a Schuster y a Álvarez Izquierdo, de manera que recriminó al alemán por dirigirse al árbitro y aquello desató un alboroto de reproches y desconcierto. Por la discusión y por la secreta satisfacción que le causaba, el entrenador del Athletic nos recordó al Caparrós del Sevilla y al Cristóbal Soria que allí permanece.
Es difícil decir si su equipo salió beneficiado del embrollo, porque hasta entonces su juego, pese a perder por 2-1, estaba siendo apreciable: movía con criterio la pelota y sólo en el último momento le invadía una extraña timidez, que pudiera ser déficit de confianza o falta de instinto. Dicen que los buenos futbolistas se activan con un hambre que no es de pan, sino de deseo de triunfar, de vengarse, de proclamarse. Sirve cualquier sentimiento reivindicativo. Los jugadores del Athletic parecen, en cambio, hermosamente afligidos.
Como ese estilo perfumado tiene al Athletic con cuatro puntos, Caparrós quiso abrir otro camino y tal vez lo consiguió. Al poco tiempo del bochinche, Álvarez Izquierdo señaló penalti de Heinze por manotear la cara de Llorente, que se encontró con una garra cuando pugnaba por rematar una falta. Fue una argentinada, un truco de defensa veterano que sólo tiene efecto cuando pasa inadvertido, y este no fue el caso. Demasiadas veces, por cierto, Heinze confunde el fútbol con la guerrilla. Le sucede en el campo y fuera.
El lío.
Pero ya estaba montada. Iraola transformó el penalti y en el viaje de vuelta palmeó la cara de Marcelo para cobrarse afrentas que siguieron luego. Acto seguido, con el partido convertido en un revuelo, Álvarez Izquierdo comenzó a sacar tarjetas para espantar fantasmas. La vieron Sneijder y Etxebe sin que hubiera hecho otra cosa que pasar por allí. Después le perdonó la roja a Marcelo, que embistió alevosamente a Etxebe, el jugador más accidentado del partido junto a Michel Salgado, porque los años atacan, especialmente, nuestra forma de caer; la diferencia es que de viejos nos hacemos daño.
Con ese incendo y ese empate se alcanzó e descanso. l cuarto de hora comprobamos ue el Madrid agitado sería todavía más peligroso, porque allí sobran hambre, venganzas y proclamas. Cada jugador quiere demostrar algo: que no está empezando, que no está acabado, que merece más. Y esa rebelión de almas pasa por encima del sistema, la geometría y, casi siempre de los rivales.
En el minuto 49, Higuaín disparó al travesaño. Segundos después, lo hizo temblar Heinze, que rebañó un error de Yeste. Poco más tarde fue Robben quien puso a prueba los reflejos de Iraizoz y la paciencia de los que le miran, porque con frecuencia le sobra un regate y le falta perspectiva.
El Athletic estaba contra las cuerdas víctima de la tempestad que había alimentado. Fue después de una magnífica ocasión de Gabilondo uando volvió a marcar Higuaín. Si en la primera mitad batió a Iraizoz con un zurdazo seco, esta vez nos mostró otro registro: persiguió un gran pase de Gago y a la carrera burló la salida del portero. Schuster celebró el gol con un par de cortes de manga.
Guti entró por Van der Vaart y Diarra sustituyó a Sneijder, que se marchó con el honor de haber sido el mejor de la primera parte. Además de un gol espléndido estuvo muy cerca de conseguir otro mejor todavía, al rozar la escuadra con un disparo desde su propio campo; lo calculó todo menos el viento.
lvarez Izquierdo, que en la primera parte se equivocó al señalar un fuera de juego a Higuaín que le permitía encarar mortalmente a Iraizoz, volvió a enredar la segunda mitad. Expulsó justamente a Amorebieta, pero entonces el Athletic le recordó la patada de Marcelo. Después pasó por alto una caída de Llorente en el área por una carga de Pepe de dudosa legalidad
Llorente, por cierto, se bastó para tener ocupados a los centrales y les ganó no pocas batallas. A falta de siete minutos, se sacó un cañonazo que melló el palo. Allí dejó su firma y su pierna, porque acabó lesionado.
La conclusión quedó envuelta en el ruido El Athletic fue bueno y el Madrid fue mejor. Pero el árbitro se puso enfrente.
Fuente:Diario As.com