Ya puede el Athletic disfrutar a tope, desinhibido, la inminente cita que le aguarda en Mestalla. Ayer aseguró de manera definitiva la permanencia, lo hizo gracias a la generosidad y dinamismo de sus jugadores menos habituales, que dejaron al Betis en evidencia. Bastó un gol, en la primera parte, porque enfrente nunca supieron cómo hincarle el diente al choque.
Lo llamativo es que el Betis llegó a San Mamés más necesitado todavía que su oponente y, sin embargo, a la vista de su rendimiento cualquiera diría que era ajeno a los agobios clasificatorios de este final de curso. No es que actuase relajado, es que ofreció una imagen anodina, falto de plan y de arrestos para plantar cara a un once, el dispuesto por Caparrós, que no incluía a ningún titular, salvo David López. Amagó una reacción cuando encajó el gol y luego se difuminó de modo lamentable.
En buena medida, se debe atribuir la pobreza andaluza al empeño de unos futbolistas que apenas han tenido ocasión de enseñar sus cualidades. El orgullo y la profesionalidad de Gurpegi y compañía resultó admirable. Salió animoso el Athletic, como queriendo extraer algún benefi cio del ambiente festivo que impregna al entorno por aquello de que ya se huele la final de Copa. Una grada colorista y deseosa de celebrar algo le empujó en su intento por tomar la iniciativa, pero enseguida afloraron unas carencias previsibles como colectivo, a partir de una alineación tan circunstancial como la de anoche. El Betis aún pareció menos cómodo en el arranque. No cogía el sitio y ni siquiera lograba imprimir a sus evoluciones una intensidad similar a la que mostraba el anfitrión. El cúmulo de imprecisiones impedía aventurar qué derroteros tomaría el choque. Era un partido sin dueño defi nido. Y fue el Betis quien dispuso de las dos primeras situaciones para cobrar ventaja. En la primera Armando anduvo rápido para salir del área a despejar ante Emaná tras una cesión demasiado corta de Ustaritz. La segunda fue más nítida: Edú se marchó de tres rivales, pisó área y cruzó algo forzado, fuera. Un par de avisos que no menguaron la voluntariosa propuesta de un Athletic al que le costaba un mundo inquietar a Ricardo. Quizá fuera por ello, por una cuestión de espíritu, que de repente, entre Etxeberria y Muñoz ligaron una buena jugada y el centrocampista sirvió un pase paralelo para que Vélez empujase a la red libre de oposición.
Peligro. Se cumplía la media hora y el Betis se tuvo que poner las pilas, empezó a tener más posesión. Afloró entonces la calidad individual de sus elementos más ofensivos y emergió asimismo la figura de Armando para frustrar al cuadro andaluz. Una veloz contra de Edú culminada con servicio al punto de penalti dejó a Oliveira frente al portero, que exhibió todo su instinto ante un remate a bocajarro. La historia se repitió cerca del descanso, fue Emaná quien arrancó como un poseso y de nuevo el portero interpuso su cuerpo para que el tiro de gol se transformase en un córner.
El Athletic sufría en determinadas emparejamientos y el Betis, a falta de un fútbol más consistente, al menos firmó peligro suficiente como para no haberse ido de vacío a la conclusión del primer período. Con un balance ofensivo muy inferior, el marcador sonreía al experimental Athletic.
A Nogués le faltaba algo, en realidad echaba de menos bastantes cosas, y enseguida probó con Mark González, pero el asunto no mejoró. La sala de máquinas del Betis no carburaba y recurrió luego a Rivera, a ver si así llegaba algo de suministro arriba. El Athletic controlaba a su rival sin alardes, bien colocado y sin rebajar un ápice su nivel de agresividad en las disputas. Los porteros miraban y la grada celebraba el triunfo por adelantado. La impotencia andaluza forzó a Nogués a meter más madera: Pavone por un lateral. Pero la imagen, siguió igual de deslavazada. Armando quedó inédito en la media hora final. Bastó el gol de Vélez para decidir un encuentro donde el Betis decepcionó por completo. El Athletic, sencillamente, puso lo que hay que poner. Con su actuación, los suplentes dejaron bien claro que eran acreedores a otro tratamiento a lo largo de la temporada. Su esfuerzo y seriedad fueron todo un ejemplo, para escarnio de un Betis que mucho tendrá que espabilar si quiere salvarse de la quema.
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AS
