En un duelo de urgencias, el Espanyol tuvo más puntería y más fe. Al Zaragoza le perdió una vez más la inestabilidad de su retaguardia. Un error de coordinación le costó el primer gol, y un fallo a la hora de frenar el contragolpe del Espanyol le condenó definitivamente en Cornellà.
El Zaragoza suma ya 23 desplazamientos en Primera sin ganar, desde octubre de 2007. El dato ilustra las dificultades de un equipo condenado a un continuo ejercicio de supervivencia, lastrado por sus agujeros defensivos. Es también el equipo más goleado de la categoría.
Para el Espanyol, el partido tenía un cierto aire de reválida que aprobó por los pelos. Javi Márquez, un imberbe convertido en referencia, volvió a ejercer el mando junto a Moisés Hurtado, pero al equipo de Pochettino le sigue faltando pólvora y mordiente.
Sin embargo, se adelantó en el marcador antes del cuarto de hora de juego. Le regaló el gol el Zaragoza. Ni Carrizo ni Pulido ni Goni acertaron a despejar un balón sin demasiado peligro, que quedó manso a pies de Verdú. Desde el borde del área, ligeramente escorado, Verdú agradeció el presente y anotó.
Sólo a balón parado recuperó aire el Zaragoza, en una falta botada por Jorge López y peleada por Arizmendi. El balón golpeó en Moisés y despistó a Cristian, sustituto de Kameni bajo los palos del Espanyol.
Llegaron entonces los mejores momentos del Zaragoza. Pero el equipo de Gay no está para demasiados alardes. Cuando no aparece Lafita, el equipo no encuentra juego. Sólo se sostuvo por la templanza de Ander Herrera, otro jovenzuelo con pinta de veterano.
Un punto parecía suficiente para el equipo aragonés, pero el conformismo acabó derrotándole. En la segunda parte, mientras Pochettino apostaba por la velocidad de Marqués para agitar el partido, el Zaragoza se quedó a verlas venir. Cuando quiso reaccionar, ya era tarde.
El contragolpe que le otorgó la victoria al Espanyol fue impecable. Le ayudó la indolencia de Ponzio en el marcaje a Callejón, pero desde el saque de puerta de Cristian Álvarez al remate de Marqués, el Espanyol ejecutó un contraataque de libro. Marqués, reaparecido tras dos meses de lesión, recogió el rechace de Carrizo y dejó el partido casi decidido.
José Aurelio Gay recurrió a la velocidad de Eliseu, en su debut como zaragocista, para intentar equilibrar el partido y rescatar al menos un punto. La pólvora de Braulio tampoco tuvo ningún efecto. El Zaragoza se quedó helado, sin capacidad de reacción pese a que necesita los puntos como el aire. Le faltó fútbol y determinación.
Al Espanyol le sirvió el oficio para alcanzar el pitido final con los tres puntos en el bolsillo. Perdió tiempo, exprimió la posesión de balón, apuró su carrusel de cambios y respiró aliviado cuando Paradas Romero indicó el camino de los vestuarios.