Sucedió que por lesión no pudo jugar Pep ante el Athletic en esa última jornada de la Liga 92/93, así que fue uno de los azulgranas que pasó la tarde de aquel 20 de junio pegado al transistor junto a Serna y a Busquets. Las imágenes de televisión mostraron a un Guardiola absolutamente pasional, pendiente del final de Tenerife como si le fuera la vida en ello.La jornada resultó memorable. Eso sí, al final se quedó el futbolista sin transformar en hechos sus palabras. Casi al cabo de dos décadas, no figura su ilustre nombre en la nómina de socios del Tenerife como prometió entonces.