Manuel Llorente Martín (Valencia, 1952) quedará como el padre de la redundancia más célebre del fútbol español, al establecer el listón para vender a Villa en una "cifra escandalosamente escandalosa". Ni el Madrid ni el Barça lo saltaron y ahí sigue Villa en el Valencia y Llorente en la presidencia del club, a la que llegó el 7 de junio, aunque desde el 95 ha jugado en todos los puestos: gerente, director general y consejero delegado. Buen entrenamiento para superar la situación límite en que se encontró y que ayer explicó en su visita a AS.
"Yo trabajaba en un grupo azulejero de Castellón. Entonces, en 1995, Roig me propuso entrar en el Valencia. En 2004 llegó Soler y en 2006 me marché. Pero siempre fui aficionado del Valencia. Viví 18 años en Madrid, donde estudiaba en el Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil, y aprovechaba cada partido en que el Valencia jugaba aquí para verle. La verdad es que antes había una veneración especial hacia los futbolistas. Yo esperaba en la puerta del Bernabéu a que llegase el autobús del Valencia y a través del cristal Pesudo y los demás nos parecían dioses. Ahora es distinto. Aparentan ser más jóvenes. Los medios los ven como su producto. La verdad es que el fútbol es la bomba".
De pronto la conversación gira bruscamente hacia el asunto Villa. Mil veces lo ha explicado y aún aparecen datos nuevos:
"Había una negociación con el Madrid que habían iniciado otros porque hacía falta dinero. Florentino Pérez ofreció 42 millones y yo le dije que a nosotros nos gustaría tener a Negredo y Granero. Él insistió en los 42 millones y nosotros pedimos 30 más Negredo. No hubo acuerdo. Tampoco con el Barcelona, que también llegó a los 42 millones. Y entonces decidí convocar a la Prensa para decir que no vendía, porque la presión mediática era ya muy fuerte. Y estoy contento de haber tomado esa decisión, que me ha hecho famoso. El otro día un periodista chino todavía me felicitaba por no haberle traspasado, también varios aficionados en Valladolid La verdad es que Villa es impresionante. Está deseoso de reconocimiento, de sentirse importante y tiene unas ganas de agradar enormes. Cuando fue a la agrupación de peñas nos pidió ayuda".
El vestuario.
Sobre la figura de Villa y las de Baraja, Marchena y Albelda intenta el Valencia echarle hormigón al vestuario.
"Albelda es un jugador noble, de club, el hombre que puede decirle a Villa que baje a defender, y con la autoridad moral de llevar en el Valencia desde los quince años. En un equipo hacen falta líderes, gente que sienta al club, y él lo es. Pasaba igual con Pellegrino en la época de Benítez, era su prolongación en el campo. El vestuario, en general, es muy bueno, tiene un carácter muy positivo. Y es difícil que alguien se moleste, en el plano personal, con Unai Emery. Otra cosa es el enfado lógico de cualquier futbolista por no jugar".
Lo cierto es que Llorente mantuvo a Villa, a Silva ("Ni siquiera quise discutir el precio cuando aparecieron pretendientes; no estaba en venta") y a Mata. Será difícil que repita esa obra de prestidigitación el próximo verano.
"El Valencia no es vendedor. Otra cosa es que llegue una oferta muy interesante y la veamos, pero el objetivo es tener un equipo competitivo. Lo que ocurre es que la situación económica es difícil y hay que mantener el equilibrio presupuestario. La temporada pasada se perdieron 70 millones y en esta también habrá déficit (entre 35 y 40). Necesitaremos imaginación. Es bonito y popular decir que no vendes, pero ahora viene un camino duro. El verano pasado lo hicimos porque nuestra obligación era animar la ampliación de capital y crear fe e ilusión. Y esta no se alimenta vendiendo jugadores a Madrid o Barcelona. Y si se hubiese marchado Villa, habríamos tenido que fichar dos delanteros. En cualquier caso, se pueden vender estrellas y seguir siendo competitivos. El club ya traspasó a Mendieta, Farinós, Gerard, Piojo, Ortega o Marcelinho".
La deuda del Valencia supera los 540 millones de euros y acaba de tomar aire con la ampliación de capital de 92 millones, 74 de los cuales se han cubierto mediante un crédito de Bancaja a la Fundación, que tiene casi 50 patronos, con el aval de la Generalitat. Ahora intentarán repartirse esas acciones en paquetes pequeños, para que la propiedad del club quede muy repartida. De hecho, Juan Bautista Soler y Vicente Soriano han reducido del 47 al 4,7 por ciento su participación en la entidad:
"Sin la intervención de la Generalitat ahora estaríamos en suspensión de pagos o en Segunda B. Nuestro gran activo es la afición. Casi 28.000 valencianistas acudieron a la primera fase de la ampliación. Hemos vendido los 47.000 abonos disponibles y hay una lista de espera de 7.000 para el nuevo campo. Por eso, la vocación de las instituciones es que el mayor número de valencianos esté representado en el accionariado del club".
El Nuevo Mestalla, ahora paralizado, asoma en el horizonte como la primera solución:
"Necesitamos jugar allí cuanto antes. El aforo será de 70.000 localidades, lo que disparará nuestros ingresos, y liberará el actual estadio, lo que hará más fácil su venta. El Valencia es un club rico desde el punto de vista patrimonial. Tiene dos estadios, dos ciudades deportivas y una plantilla deseada en todo el mundo".
Y aun así se prevén estrecheces, que resultarán difíciles de explicar a una afición especialmente exigente con jugadores y entrenadores:
"El pueblo valenciano es rico. Y en nuestra tierra hay un gran equilibrio entre el sector agrícola, el industrial y el de servicios. Eso y nuestra condición de gente muy trabajadora nos ha hecho exigentes. Pero el público sólo exige entrega, pelea hasta el final. Y lo premia. Yo recuerdo grandes ovaciones en partidos que perdimos ante Real Sociedad o Inter después de tirar veinte veces a puerta".
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