Hay veces que me asusta lo que entiendo de esto. Es de lo poquísimo que domino, permítanme el desahogo por tanto. Creo que fue el martes, y si no fue el miércoles, que me olí la tostá y lo escribí en clave españolista: ojo con el Xerez que es un equipo de Primera, que no hay mal que cien años dure, que no ha merecido estar como está y que cuatro jornadas sin puntuar eran muchas. Y el Espanyol ha sido paño de lágrimas de muchos, un amigo de los desesperados. La cosa pintaba así, a sufrimiento españolista y ya veríamos si victoria: bingo.
Porque además se había instalado en el entorno blanquiazul un conato de euforia después de ganar a Depor y Málaga. Nueve de nueve, semana fantástica y no se cuántas cosas más se oía por el entorno perico estos días, ayer sin ir más lejos. Me mosqueaba la visita jerezana a Cornellà-El Prat por todo eso... y no me equivoqué. Sumó su primer puntito y no fueron tres porque el testarazo de Mario Bermejo se fue al travesaño, vencidos Kameni y sus defensas. Su empate hay que considerarlo justísimo, por tanto. Y quién sabe si el inicio de una nueva etapa en este su estreno en Primera. Le convendrá ver puerta, claro. Que eso no lo mejoró. Sigue a cero después de 450 minutos y sus alargues.
Quizá la explicación esté en que tiene un brasileño, pero es el portero. Bueno, el Xerez y el partido de ayer: brasileño sólo estaba él, otro motivo quizá para que acabara sin goles. Muy bien Renan, por cierto. Por abajo, por arriba y a media altura cuando le exigieron, que no fue mucho pero sí lo suficiente para convertirlo en el mejor futbolista de un encuentro espeso, de cero-cero patatero. Porque hay ceroaceros con grandeza, éste no.
El Espanyol llevó el peso del partido, pero livianamente. Dominó por pura inercia, porque Ziganda salió sensatamente a amarrar de entrada no fuera que se comiera un gol a los diez minutos y le montaran el belén. Cuando puso a Viqueira fue otra cosa, claro. Tiene el tío el toque de toda la vida y si lo lució no hace nada en el Bernabéu, pues como que era un aviso: cuando juega él, su equipo tiene mejor salida, ideas más claras.
Renan le paró a Callejón una llegada clara, de gol, y al rato pidió penalti la parroquia en una salto entre Francis y Coro. Fue espectacular la acción, la única discutida del partido: como entiendo que el defensa fue a despejar la pelota, Coro no puede volverse invisible y aquel acabó cabeceándola, yo tampoco hubiese pitado penalti. En el Camp Nou es probable que se pitara; en Cornellà-El Prat, como antes en Montjuïc y antes/antes en Sarrià, no.
Pronto vimos que no era la tarde de ninguno de los creadores españolistas, Verdú, Nakamura y compañía. Luis García se quedó en el banquillo, como barruntábamos la víspera. Lo espeso de sus acciones ayudó al rival para situarse bien, cerrar vías de penetración y vivir sin grandes apuros. Como tampoco los pasó Kameni, al asunto se le fue poniendo una cara de empate sin goles, 1-0 o 0-1 que daba miedo. El pueblo se acordó de De la Peña, acostumbra a pasar cuando el partido se atasca y él no juega. Javi Márquez debutó en casa, pero tampoco dio con el pase salvador.
Tercer 0-0. Callejón buscaba y buscaba, pero sin la chispa necesaria en la finalización que alterara el cociente de David Prieto y Aythami. Por las bandas no escalaba el Espanyol, intermitente Nakamura. El partido dio un giro más interesante en ataque con los cambios. Ben Sahar, a vueltas toda la semana con el Yom Kipur, salió tarde y apenas intervino. Bermejo le dio más mordiente al ataque andaluz que Maldonado: lo suyo fue como lo de Callejón, pelea sin gol.
El final fue un asedio sobre la meta jerezana, pero el destino no podía ser tan cruel con ellos. Si el Espanyol no le había liquidado hasta entonces, hubiese sido terrible, de dimitir hasta el utillero, de haber encajado el gol a los ochenta y tantos. No llegó porque el empate fue justo y hay veces que el fútbol también lo es. Total, 0-0. Como las otras dos veces que se enfrentaron, entonces en Segunda.
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