El Atleti vive bajo una nube negra. A veces la busca él mismo y otras aparece ella por sorpresa, pero ahí está todo el rato. El partido fue una exhibición perfecta de las dos variantes. La primera parte de los rojiblancos estuvo más allá de la infamia, merecedora de que el árbitro suspendiera el partido para preservar la salud mental de los espectadores. En la segunda el Atleti recuperó el pulso y que el gol no llegase sólo puede atribuirse a una desafortunada combinación de Chiotis, la madera y fenómenos paranormales. Dos caminos para llegar al mismo destino, un empate que pinta la Champions de gris y el futuro inmediato de negro.
En qué pensaban los futbolistas del Atleti durante la primera parte es un misterio. Que unos profesionales de élite puedan salir a jugar un partido de Champions andando es un delito. Y el APOEL, que en el intercambio de banderines estaba dispuesto a entregar la bandera blanca, se vino arriba casi sin querer. Si no es porque Asenjo es muy bueno y Charalambides significa Cardeñosa en chipriota, los visitantes se habrían ido al vestuario 0-2 con el Calderón en llamas. Las dos ocasiones que falló a un metro de la portería le van a perseguir mucho tiempo, me temo.
Del desastre de su equipo durante la primera parte no debe salir indemne Abel, que no se atrevió a poner a Jurado en el doble pivote y le castigó a la banda, alejado de la pelota, mientras ésta acababa siempre en los pies de Cléber, que es el AVE de los futbolistas: nadie transporta más rápido la pelota a los pies de un contrario.
Incluso en el exilio, Jurado encontró formas de aparecer por el medio y allí aliarse con Agüero, que fue de más a menos. Cada uno tuvo una ocasión clara antes del descanso, solos ante el portero, pero Chiotis, que se ganó de sobra que nadie haga chistes con su apellido, sacó ambos remates. Su show acababa de empezar.
Al fin, tras necesitar cuatro minutos más de segunda parte para descubrir que el agua moja, Abel sustituyó a Cléber por Maxi y colocó a Jurado en el medio. Entonces cambió todo. El balón empezó a llegar con frecuencia a los pies y los sitios donde debía estar, que, como tantas veces, eran preferiblemente los de Forlán.
Asedio. El uruguayo ejerció una vez más de líder y remató con peligro nueve veces, pero ayer el destino pareció decidir descontarle todos los goles increíbles que marcó el curso pasado. Para ello, le puso muelles y alas a Chiotis. Sus paradas fueron in crescendo hasta acabar con un vuelo imposible a la escuadra en el 92' para sacar un zurdazo maravilloso de Forlán en una jugada antinatural, pues ninguno de los dos debería haber tenido aún fuerza para lo que hicieron.
Y donde no llegó el portero, que también se había lucido en un disparo lejano de Jurado, llegó el azar. Un balón de Maxi recorrió la portería entera en paralelo a la línea de gol sin que nadie la soplase, Forlán astilló la cruceta con otro zurdazo violentísimo y, en el rechace del comentado tiro del uruguayo en el añadido, el bote evitó que Simao remachase a puerta vacía. Era el final normal a una noche donde todo salió del revés. Y ahí sigue la nube, engordando sin parar.
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