Despejó el Athletic los nubarrones que se cernían sobre La Catedral con una victoria por la mínima y con lo mínimo. Una arrancada de Toquero decidió una tarde que empezó con bonita pinta y fue derivando hacia un ejercicio insulso, en parte porque a los rojiblancos se les terminó pronto el fuelle y de ideas no andan sobrados, pero en buena medida también porque el Espanyol prefirió resguardarse y sestear ante el paulatino bajón del Athletic y renunció abiertamente a ir a por los puntos.
El partido prometió bastante de salida, pero ninguno de los equipos fue capaz de sostener su propuesta. Del buen puñado de llegadas del primer periodo se pasó a una pelea sorda, gris y por momentos desesperante. Seguramente el tesón local tuvo que ver en el hecho de que los periquitos dejasen de mirar a Iraizoz, es posible incluso que siendo su primer contacto con la competición les falten cosas, pero lo cierto es que el juego de la última media hora discurrió en el espacio comprendido entre la frontal de Kameni y la divisoria del terreno.
Saltó el Athletic dispuesto a hacer borrón y cuenta nueva, enchufado, con iniciativa y agresivo, dando una imagen muy distante de la ofrecida todo el mes de agosto. Ello le valió para generar hasta tres claras ocasiones en un minuto, el noveno: Kameni replicó con agilidad al cabezazo de Gurpegi, con su salida logró que Javi Martínez, sólo frente a él, se trompicase tras driblarle y Llorente preparó en exceso el remate en otra irrupción en el área.
El Espanyol acusó tanta fogosidad y exhibió demasiadas dudas atrás. Adelante en cambio no tardó en ir dejando muestras de que no venía a dejarse avasallar. Dinamizado por un Verdú activísimo entre líneas, logró poco a poco ir equilibrando el asunto.
El partido adoptó un tono atractivo, con alternativas. El Athletic intercalaba arreones y enfrente, con más elaboración y la pareja Iván Alonso-Tamudo al límite del fuera de juego, también crearon situaciones apuradas: Verdú y Alonso cabecearon cerca del larguero, e Iraizoz tuvo que salir a pies de Tamudo tras cesión del uruguayo que se dio a conocer en el Alavés.
Con el paso de los minutos, Llorente y compañía perdieron algo de contacto con el balón, justo lo contrario que Luis García o Nakamura, pero pese a la loable actitud de todos el primer período se zanjó sin goles y con varias raciones de pitos para un Clos Gómez remiso ante el estilo contundente de algún periquito en las disputas.
Visto que la tendencia no variaba a la vuelta del descanso, el control era visitante, Caparrós cambió un hombre, insuficiente, porque así como el Espanyol parecía acomodado y cómodo tocándola sin asumir riesgos, entre los rojiblancos se echaba de menos chispa, gracia, vivacidad.
Así se consumió media hora, sin nada reseñable en las áreas, salvo un flojito cabezazo de Llorente a una falta más flojita de Castillo.
La estrategia empezaba a cobrar enorme importancia en el balance local, a falta de otros recursos en medio de la espesura. Los recortes de Muniain tan lejos de portería sólo servían para enardecer al personal, ansioso por ver algo diferente.
El desatascador.El asunto se encaminaba hacia el reparto de puntos cuando Susaeta oteó el desmarque de Toquero y éste enfiló a Kameni con el gas que le quedaba. El gol más se pudo interpretar como un castigo a la actitud reservona que había calado entre los de Pochettino que al mérito contraído por un Athletic cuyo principal argumento futbolístico descansaba en el amor propio.
Lógicamente, trató el Espanyol de reaccionar, Pillud se sacó un centro inquietante, pero fue Llorente quien gozó del balón ideal para matar el encuentro. Llegó tan muerto que chutó a romper y se le fue muy alto. Caparrós empleó dos cambios exclusivamente para perder tiempo y con Kameni incorporado al ataque gastó el visitante su última bala, amortiguada por los brazos de un ex, Iraizoz. A la postre valió la casta representada en la figura de Toquero.
- Spoiler:
as