Aquí está usted en el Tour en plena vorágine.
Quién nos lo iba a decir cuando salíamos juntos a rodar por Pinto hace diez años.
Alberto era un niño
Yo no tanto. Con 18 años tomé la decisión de seguir con los estudios en vez de pasar a ser neo-profesional Me decanté por la Universidad. Soy ingeniero técnico en electrónica industrial.
Alberto prefería la carretera.
Mi amigo Jesús y yo salimos con él un día. Se nos puso a rueda. Íbamos muy fuertes y él, con una badana hecha por mi madre en la hombrera y un chándal hinchado Me dejó. Suerte que no lo vio mucha gente (se ríe).
¿Qué pensaba Alberto cuando debía marcharse de casa para correr en el Iberdrola?
Siempre lo tuvo clarísimo. Él quería ser ciclista, pero si no le habría gustado ser veterinario.
¿De qué corredor era él?
En casa éramos de Indurain porque arrasaba en el Tour que veíamos cada tarde del mes de julio, y luego de Óscar Freire, por aquel primer Mundial de Verona que ganó, nos llevamos una sorpresa y pegamos un salto. Fue emocionante.
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