Manuel Pellegrini llegó a River Plate el verano de 2002. Dejó atrás una muy buena etapa en San Lorenzo, con récord de victorias consecutivas, y un título de liga arrebatado precisamente a River Plate en la recta final. San Lorenzo peleó por retenerlo e incluso estuvo cerca de Boca, pero al final se marchó para el Monumental. Pellegrini ya tenía experiencias con River. Como central de la U se había enfrentado en 1977 en un torneo internacional. Y como técnico perdió en 1995 dirigiendo a la Universidad Católica y en el famoso enfrentamiento de 1999 con Liga de Quito.
Sabía lo que significaba River Plate: la necesidad de ganar siempre. Nada más llegar aclaró que aspiraba a ser seleccionador chileno y que la clave de su éxito era su formación permanente.
Lo cierto es que su etapa en River empezó bien y acabó mal. Era un River con jugadores emergentes como D'Alessandro o Cavenaghi, con Zapata, que se convertiría en hombre clave, y con jugadores polivalentes como Lucho González o Martín De Michelis, estos dos últimos estrellas indiscutibles ahora del fútbol europeo. Hubo cambios tácticos, permuta de jugadores y un indiscutible éxito nada más llegar con la conquista del torneo clausura.
El título.
Un gol de Zapata ante Olimpo en Bahía Blanca sirvió para que Pellegrini obtuviese su segundo gran éxito en Argentina. Superó la presión hasta el final de un Boca Juniors que poco después ganaría la Copa Libertadores ante el Santos, aunque ese triunfo del máximo rival no empañó el título de River. Pellegrini había callado muchas bocas. Pero la alegría dudaría poco. Meses después River perdió 5-0 ante Banfield y poco después cayó ante Boca en el Monumental. Era su primer gran clásico en Argentina y aquella dolorosa derrota 1-2 ante el Boca de Menotti le dejaría sentenciado. Incluso Pellegrini tuvo problemas para abandonar el estadio y el vicepresidente, Julio Machi, tuvo que improvisar una conferencia de prensa para apoyar al técnico. La mala actuación en ese torneo, en Copa Libertadores y la derrota en la final de la Copa Sudamericana en diciembre de 2003 le dejó ya sin opciones. Aquel partido marcó también la carrera de Pellegrini. En la altura de Cuzco y ante un duro Cienciano, en uno de los partidos más aburridos que yo recuerdo de River, cayó 1-0 ante un rival sin historia. Casi al día siguiente la prensa argentina ya daba por hecho el cese del chileno y la llegada de Leonardo Astrada, otro de los clásicos del club.
Antes de llegar a River ya había tenido ofertas de Europa, pero se decidió de forma definitiva cuando Fernando Roig le llamó para su proyecto del Villarreal. Tras seis meses de descanso sabático, llegó a un proyecto atrevido, con dinero para fichar pero en un equipo casi desconocido. Nada que ver con la presión de River, por supuesto. Pellegrini llegó el verano de 2004 y no tardó en lograr un título como la Copa Intertoto y triunfos de prestigio ante Valencia y Barcelona.
En su primera Liga hubo altibajos y el equipo superó bien la marcha de Sonny Anderson. Pronto le dio mucha importancia a la posesión del balón y vio que necesitaba hablar mucho con la gran estrella Riquelme. Y lo cierto es que con él lo intentó todo. A veces más atrás, a menudo más cerca de Forlán, Riquelme fue muy importante en el equipo hasta que poco a poco su estado físico fue decayendo.
Figura.
Riquelme fue clave en la brillante era de Pellegrini en el Villarreal, primero por sus grandes partidos y después por el conflicto en el que el técnico le apartó del equipo y con el que ratificó su personalidad. Y por supuesto con el famoso penalti que falló ante el Arsenal en abril de 2006 y con el que el Villarreal hubiese rozado la final de Champions. Lo cierto es que para llegar hasta ahí el trabajo del chileno fue impecable y contó siempre con el respaldo económico del club. Dirigió a jugadores como el propio Riquelme, Forlán, Senna, Godín, Gonzalo, Rossi y tantos otros. Incluso le dio la alternativa a jóvenes que se han hecho un hueco en el panorama nacional, como Cazorla.
Un gran Villarreal que durante los años de Pellegrini en el banquillo jugó un fútbol excelente de balón al pie y fue de lo mejor de la Liga española. Hubo altibajos, pero también una línea ascendente que llevó al club a pelear con los grandes de Europa y, sobre todo, a tener una identidad en su fútbol. "No sirve de nada robar la pelota en la media si luego no sabemos qué hacer con ella", es una de sus frases que mejor le define. "Durante el partido el entrenador significa un cinco por ciento, durante la semana es más del noventa", es otra. El ingeniero Pellegrini ya ha aterrizado en el Madrid. La apuesta de vida, una aventura imposible de rechazar.
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