Dos horas y media antes del inicio de la final, Olafur Stefansson se encontraba sentado en una cafetería semidesierta del centro de Ciudad Real. Frente a él, una Coca-Cola, un café con leche y un donuts. También, su cuaderno ‘de pensamientos’, donde vuelca sus reflexiones. Y al lado, abierto el ordenador descargando fotos. Una forma poco convencional de afrontar una final de la Champions, su último partido en el que ha sido su equipo durante seis años.
Pero es normal en un jugador y una persona genial como el islandés, de profundas inquietudes intelectuales. A lo largo de estas seis temporadas, ‘Ole’ se ha convertido en uno de los jugadores más queridos por la afición del Ciudad Real, que se lo demostró ayer repetidamente coreando su nombre. Stefansson, que no realizó un buen partido en la ida, y que comenzó el de ayer fallando un penalti, se convirtió en el mejor jugador de su equipo.
Nada más acabar el partido, mientras sus compañeros daban rienda suelta a su alegría, Olafur se sentaba en un fondo de la pista, como ausente del entorno exaltado que le rodeaba, intentando ordenar sus sentimientos aplicando su particular razonamiento cartesiano. Casi una hora después, en la sala de prensa, casi entre sollozos, se marcó un largo monólogo recibido con un aplauso en el que apenas habló de él, sino del respeto que profesaba a los dos entrenadores que el acompañaban, Talant Duishebaev y Alfred Gislasson.
“Es un privilegio participar de un acontecimiento que reúne a dos equipos fabulosos y a sus aficiones. Son partidos que están marcando una época”, comenzó Stefansson su intervención, como si él pasara por ahí de casualidad. “Es un sueño. No podía imaginarme mejor despedida. No puedo expresar con palabras todo lo que siento. Tendría que hacer música”.
Quiebro inesperado
Olafur tuvo un recuerdo para Stefan Lövgren, el gran jugador sueco del Kiel que ayer se despedía del balonmano activo. “Siento dolor por él”, aseguró el islandés, que tenía previsto emprender un nuevo rumbo en su carrera a los 36 años. Hace unos meses se comprometió con un magnate danés para fichar con un equipo que milita en la tercera división de Dinamarca. Buscaba un aterrizaje suave en sus últimas temporadas, más cerca de su país, en Copenhague, una ciudad liberal que le encanta.
Pero el citado mecenas cambió sus planes y como también patrocina al Rhein-Neckar Löwen alemán, un club que pretende ser la alternativa al Kiel en la Bundesliga, convenció a Stefansson para volver a la mejor liga del mundo, donde ya había jugado antes de llegar a España.
Allí le espera de nuevo una competición implacable. Probablemente se cruce en Europa con el Cuidad Real, ya que su nuevo club, semifinalista este año, volverá a disputar la Champions League. Si pasa por el Quijote Arena, con toda seguridad será recibido de forma muy distinta a otros jugadores que abandonaron el club con destino a rivales directos. “Sólo puedo dar las gracias por estos seis años maravillosos”, acertó a concluir Stefansson con un nudo en la garganta. Su contribución a hacer del Ciudad Real el mejor equipo del mundo ha sido esencial y su hueco va ser muy difícil de llenar.
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