El Racing gana al Valladolid en un mal partido y llega a los 42 puntos que le dejan a un paso de la permanencia, pese a las discutidas decisiones técnicas del entrenador.
¡Cuánto sufrimiento innecesario! Aunque tiene la permanencia prácticamente asegurada, el Racing sigue empeñado en que sus aficionados estén acongojados hasta el último partido. Ayer se vio una nueva muestra de ello. En un encuentro pésimo, horroroso, el conjunto santanderino se impuso a un Valladolid que fue superior durante muchas fases del partido. Esta victoria permite a los cántabros instalarse en los 42 puntos, ésos en los que, al menos en teoría, queda fijada la permanencia. Sin embargo los tres puntos no sirven para ocultar algo que, cada día que pasa, resulta más evidente: el equipo es un auténtico desastre.
Lo es porque su juego es penoso; porque carece de cualquier tipo de organización; porque la plantilla está 'muerta'; porque en el banquillo no parece haber nadie capaz de aportar aunque sólo sea una idea para que las cosas cambien; porque sobrevive únicamente gracias a alguna individualidad aislada; porque... bueno, porque en estos momentos es todo eso que se supone que no debe ser un equipo. Ayer, lo dicho, quedó de nuevo evidenciado.
Primeros síntomasUna alineación inicial tan previsible como desafortunada comenzó a dejar entrever que el de ayer no era el día del Racing. Muñiz improvisó y la cosa no le salió en absoluto bien. Pese a que el Racing se adelantó a las primeras de cambio, el conjunto santanderino quedó en evidencia ante un equipo que llevaba siete jornadas sin hacer un gol y que, en apenas 20 minutos, ya mandaba en el marcador. Si hace un par de semanas el Racing dio la oportunidad al Almería de reencontrarse con una victoria como visitante que no conocía desde la primera jornada de Liga, ayer permitió a los castellanos tomar de nuevo contacto con eso que se da en denominar la 'salsa' del fútbol, el gol, después de un montón de minutos de sequía. Los de Muñiz parecen empeñados en resucitar muertos, en hacer que los sueños de los demás se conviertan en realidades, y todo delante de una afición, la verdiblanca, que ve sin salir de su asombro como el conjunto de sus amores parece más una ONG que un equipo de fútbol.
El desaguisado inicial fue resuelto por Muñiz con un doble cambio que, efectivamente, tuvo un efecto positivo. No es que el Racing comenzara a jugar demasiado bien con Pinillos y Edu Bedia en el campo y Christian y Valera en el vestuario. No. ¡Qué más hubieran querido los cerca de 17.000 racinguistas que ayer acudieron a El Sardinero! Lo que ocurrió es que la entrada de estos dos jugadores implicó algunos movimientos en la defensa y en el centro del campo que llevaron la cordura a la alineación.
Con la lógica instalada en el equipo, el Racing ya no era tan previsible en defensa y comenzó a controlar en cierto modo el partido. Pese a todo, seguía siendo incapaz de superar a un Valladolid limitado, aunque batallador.
Sólo tras el descanso, y gracias a la ayuda de Rubinos Pérez con la expulsión de Iñaki Bea, el Racing comenzó a dar alguna impresión de poder hacer algo positivo. Lo consiguió gracias a una buena jugada en la que Edu Bedia, Serrano y Pereira estuvieron acertados.
El gol metía de nuevo a los cántabros en el partido y permitía a los aficionados soñar con una salvación que, a tenor de lo que iba apareciendo en los videomarcadores, se ponía muy cara.
Sin embargo, cuando mejor lo estaba haciendo el equipo de Muñiz, éste quitó a Serrano con la justificación de evitar una segunda amarilla que llevara al catalán al vestuario por adelantado y el equipo se resintió. Tanto que, de nuevo, quedó a merced de un Valladolid encomendado a Goitom y a su fortaleza física y a su velocidad.
Aparición estelarPero, una vez más, apareció la figura salvadora de Zigic al rescate de su equipo, de su entrenador, de toda una afición... del Racing en definitiva. El delantero serbio, en el mejor centro que recibió durante todo el partido, superó a Asenjo con un cabezazo preciso. Era el gol que daba la victoria, y quién sabe si la salvación, a un Racing empeñado en llevar un innecesario sufrimiento a una grada que parece cada vez más cansada de todo. Eso sí, ayer sólo mostró su estado de ánimo cuando el partido hubo acabado, tal y como desde el club se ha venido solicitando desde hace días. Bueno, por ser más exactos, también recriminó al banquillo los cambios del minuto 26 de la primera parte. Hecha esta excepción, el único grito que salió de la garganta de El Sardinero fue de ánimo para un equipo al que la temporada se le está haciendo larguísima pero que, en cualquier caso, parece tener la permanencia prácticamente asegurada. Y al fin y al cabo, eso es lo realmente importante. Seguir un año más en Primera.
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El Diario Montañes