El jugador santanderino recibe un homenaje de la Familia Olímpica de Cantabria cuando se cumple un año de su retirada de la competición.
Salvador 'Chava' Gómez no tiene sitio en casa para tanta medalla y tanto trofeo conseguidos a lo largo de una larga y exitosa carrera deportiva. Jugador de la ya legendaria selección de waterpolo capitaneada por Manuel Estiarte, con la que se colgó el oro en los Juegos de Atlanta y la plata en los de Barcelona, recibió ayer el homenaje de la Familia Olímpica de Cantabria, un tributo que llega cuando se cumple un año de su retirada de la competición... a la que ya ha regresado como entrenador.
-Imagino que estará muy contento por el homenaje...
-Evidentemente. Siempre lo digo y siempre lo diré, y más cuando es aquí en mi tierra. Además es un deporte que no se practica, así que lo valoras el doble. Si fuese un deporte que también se practicase aquí pues sería algo más normal. Pero al tratarse de un deporte así, que prácticamente sólo se juega en Santoña y aun así se acuerdan de uno, pues da el doble de satisfacción.
-Ya, pero por eso mismo le debe parecer injusto que después de medallas olímpicas, mundiales y campeonatos de liga sea un desconocido para muchos de sus paisanos. Con otros deportes no pasaría...
-Sí es verdad, pero también es sorprendente la cantidad de gente que me conoce sin ser éste un deporte que se practique aquí. La verdad es que siempre me he sentido bastante querido en Cantabria, y en Santander en concreto, y bastante reconocido para no estar aquí.
-Entonces, ¿no echa en falta ese extra de popularidad?
-No, no, no, para nada. Siempre he sido bastante tímido y, sinceramente, aunque me gustaría que el deporte fuese más puntero y potente, a mí me va bien así.
-¿Y qué le faltaría al waterpolo para convertirse en espectáculo de masas?
-Pues le falta lo mismo que al 98% de los demás deportes. Espectáculos de masas son el fútbol y donde se mueven miles de millones, llámese motos, coches o demás. Sería una pregunta para el resto de deportes. El waterpolo es un deporte difícil: necesitas unas instalaciones, si no hay apoyo detrás...
-Sí, pero en el Adriático se meten con un balón en el mar para echar un partido...
-Sí, hay mucha más cultura de eso. Serbia, Croacia, por ejemplo, tienen mucha tradición. Los campeonatos se celebran allí en piscinas con aforo para cinco o seis mil personas... viene a ser un poco como el balonmano aquí. Yo cuando fui a Barcelona a jugar hace ya veinte, ¿treinta años?, y eso que era la cuna del waterpolo, la mitad de la gente ni sabía lo que era. Dos o tres te decían: «¡Ah! Es eso del agua». Nosotros conseguimos que eso cambiara, y ahora todo el mundo lo sabe. Si pretendemos que sea un deporte de primera categoría, estamos arreglados. Hay que ir paso a paso y los deportes minoritarios, si no se consiguen medallas, siguen siendo minoritarios siempre.
-Entonces, ¿cómo acaba uno dedicándose al waterpolo?
-Yo, por el trabajo de mis padres, vivía en Madrid. Desde pequeño, aunque toda la familia es de aquí, empecé a nadar en el colegio en Madrid, después me metí en un club, pero duré un año, porque me parecía sumamente aburrido, y veías a los otros con la pelotita, que se reían y se lo pasaban mejor, y me pasé al waterpolo. Ahora ya directamente hay escuelas de waterpolo para niños de cinco años, y ahí comienza la progresión hasta los grandes equipos.
-Después de todos los triunfos que consiguió con la selección, ¿cree que se puede hablar de una generación irrepetible?
-Hombre, yo he estado en cinco campeonatos del mundo y he jugado cuatro finales, entonces, volver a repetir eso con una selección es complicado; dos finales olímpicas, cuatro finales mundiales, campeonatos de Europa... repetirlo otra vez... y además era el mismo bloque, sólo cambiaba alguna cosilla. Es muy difícil que otra selección vuelva a repetir lo que hicimos nosotros. Son muchos años que se consiguieron muchas medallas y muchos logros. ¿Volverse a repetir? Ojalá, pero es difícil.
-¿Y qué fue lo que pasó para eso?
-Coincidió un grupo de siete, ocho, nueve personas, que eran las que siempre iban, y luego se dejaba uno, entraba otro de calidad... pero ese bloque que estuvimos muchos años debimos ser buenos, no lo sé.
-Además empezaron a salir en las revistas, en la televisión...
-En eso también hubo muchas cosas que hacíamos a posta. De 'Crónicas Marcianas', que era lo que veía toda la gente, después de ganar el primer campeonato del mundo nos llamaron y nos dijeron «venís, sin cobrar nada, por supuesto, y hacéis esto»... y nosotros, encantados, íbamos para que se hablase del waterpolo. Nosotros íbamos a depende qué sitios para promocionarlo un poco. Hubo quien se fue a discotecas a hacer el indio, pero yo a esos sitios no me presenté nunca. Intentabas ir a programas para que se hablase de waterpolo, no por ti ni por un interés particular.
-¿Y ha servido para algo? ¿Se ha abierto brecha o todo ha quedado olvidado?
-Siempre queda algo, siempre el poso está. Pero en estos deportes si no haces medallas, la gente se olvida. Se olvida, pero ya sabe que existe el waterpolo. Eso básicamente lo conseguimos nosotros. Yo he ido por Málaga y me han reconocido en la calle, y dices: ¿Y este tío cómo me puede conocer? Pues porque evidentemente es alguien a quien le gusta el deporte y ve deporte. Hace 25 años era impensable y en Barcelona mismo no sabían qué deporte era ése.
-¿Mantiene algún contacto con sus compañeros de entonces?
-Bueno, con algunos. Además te sigues viendo, coincides en alguna piscina... Con Estiarte, como está en el fútbol, pues intentamos aprovechar un poco para ir al campo.
-¿Con qué momento se queda de toda su carrera deportiva?
-Hubo muchos buenos momentos, desde la primera medalla que se consiguió en el 90, que era la primera vez en la historia que España jugaba una final, la primera olimpiada, todos son momentos inolvidables. Me acuerdo más de esa vez que de la última, que entonces quedamos sextos. Ser campeón olímpico es inolvidable. Fueron tantos que elegir uno sólo es muy complicado.
-¿Cuál fue el peor?
-La final de Barcelona. Y eso que fue plata. Estuvimos cuatro años sin volver a verla. Nos habíamos creado nosotros mismos tantas expectativas y tanta ilusión de ganar esa olimpiada que quedar segundos... sinceramente, no valoramos esa medalla en muchísimos años.
-¿Le apetece hablar de Jesús Rollán?
-Era casi más que un hermano. Con mis hermanos, por circunstancias, cada uno vivimos por un lado. Yo a Jesús le conocía desde que tenía doce años. Fuimos a Barcelona juntos, hicimos la mili juntos, nos fuimos a Italia juntos, incluso estuve un periodo viviendo en su casa, cinco o seis meses. Evidentemente le conocía de sobra. Pero son circunstancias de la vida. Hay quien tiene problemas, quien no sabe asumir unas ciertas cosas o quien se crea una serie de expectativas y acaba mal. Fue un palo grandísimo. Era una grandísima, grandísima persona, era un chaval encantador. Pero eso mismo, ser tan buena persona, le comía a él mismo. No quería ser nunca el malo... el no saber qué hacer después... le superó bastante. Y terminó como todos sabemos.
-¿Cómo se sabe cuándo ha llegado el momento de dejarlo?
-Lo he sabido este año. A mí, cuando me dijeron que no me iban a llamar más, cuando después de la última olimpiada cambió el entrenador -porque si hubiese seguido Jané hubiese contado conmigo hasta la siguiente- lo que me sucedía es que me encontraba muy bien físicamente. Fue como para demostrarme a mí mismo que hubiese podido hacer la sexta olimpiada. Esos cuatro años más he ido jugando para mí mismo, porque sabía que no me iban a llamar, y quizás por eso aguanté este ciclo olímpico a nivel de club. Después decidí que eso no tenía ningún tipo de interés.
-¿Siente nostalgia, se nota mayor?
-No. Yo sinceramente empecé a notar lo de la edad la temporada pasada. Con años ya sabes que tienes que cuidarte mucho más, no puedes salir nunca antes de un partido, pero no un día, ni dos, ni tres. Cuatro días antes de un partido ni se te ocurra ir a tomar una cerveza, al menos era mi caso. Tienes que entrenar exactamente igual o incluso más para estar al nivel. A partir de ahí, si te gusta la competición y siempre has estado ahí... Yo ahora he pasado a ser entrenador y me siento como si tuviera quince años. Estoy encantado, ilusionadísimo. Hago mis entrenos, sigo haciendo cosas, porque parar de golpe... Aparte de todo es que me encanta el deporte y me gusta encontrarme bien.
-Mientras competía, ¿se dedicaba a alguna otra cosa?
-Sólo he hecho waterpolo.
-¿Y ahora?
-He empezado de entrenador y de momento lo he enfocado ahí. Tengo alguna cosilla en mente, pero ahora mi prioridad absoluta es ser entrenador de waterpolo porque me encanta este deporte. Soy un enamorado del waterpolo. Lo he hecho siempre, creo que valgo, y este año que he empezado a entrenar, he visto que me encanta como cuando era jugador. Este año he estado en Tenerife, casi seguro que cambiaré de equipo vía Madrid... es como todo: vas dando tus pasitos.
-¿Se va a pasar la vida entera a remojo?
-No, ya no me mojo más. Ya estoy fuera del agua. Todo lo que he sufrido yo lo van a sufrir ahora mis jugadores.
Fuente: El Diario Montañes
