Revancha azulgrana que se quita la losa de la Copa del Rey perdida la pasada campaña en Zaragoza, y, además, le lanza un reto al Ciudad Real para el final de Liga. Porque el Barcelona, con el de ayer, le ha quitado esta campaña tres títulos nacionales al conjunto manchego: Supercopa, Copa Asobal y Copa. Empieza a tener un tufillo insoportable para los manchegos.
La final no fue un gran partido, ni siquiera tuvo esos momentos de tensión que se suelen vivir en estos choques. Todo resultó muy modosito, quizá porque el Ciudad Real estaba sin su referente defensivo (Dinart), y tampoco andaba muy fino en el pivote ofensivo: reapareció Rutenka para ocupar esa posición, mientras que los especialistas Laen (dos ataques) y Urios (no llegó a saltar a la pista) se quedaron inéditos. Tampoco jugó Metlicic, lesionado, con lo que Dujsebaev se quedó sin ese plus de intensidad atrás.
El Barcelona, por su parte, movió a todos sus hombres de pista, se empleó más al límite y falló menos en general. Por ejemplo, cuando el Ciudad Real andaba en ventaja en la primera parte, tres errores de Zorman en la circulación propiciaron contragolpes mortales del Bar por ejemplo, Rutenka y Stefansson se dejaron tres goles desde los siete metros, y en los grandes partidos esos errores son letales.
En el Barcelona Iker Romero volvió a jugar como a él le gusta, mirando la portería sin ninguna preocupación. Y el vasco sostuvo a su equipo hasta que Nagy y Víctor Tomás decidieron rematar al cuadro manchego mediada la segunda parte. Ni las dos últimas superioridades le permitieron al Ciudad Real maquillar el resultado en un día que su rodillo estaba gripado. Y premio extra para Pasqui: Masip anunció que le renovaba como entrenador azulgrana para la próxima temporada.
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