Cuando Iker entre hoy en los vestuarios de San Mamés, ese estadio en el que se respira un ambiente especial, recordará las palabras del entrenador que le dio la oportunidad en Primera: "Chaval, te toca jugar". Fue un 12 de septiembre de 1999 y Toshack le dio la alternativa debido a una lesión de pubis de Bodo Illgner y a la poca confianza que tenía el galés en el argentino Albano Bizzarri. En la Catedral empezó a forjarse la leyenda del mejor portero del mundo (así lo dice la clasificación de la IFFHS).
"San Mamés es el mejor campo para debutar después del Bernabéu", asegura Casillas cada vez que le recuerdan el comienzo. Dicen que sólo es capaz de realizar los sueños (en este caso Iker) el que, cuando llega la hora (San Mamés), sabe estar despierto. Debutó en la Catedral (2-2) y salvó al equipo en la segunda mitad con sus intervenciones. Diez años después, y tras lo visto en Liverpool, el guardameta mostoleño se ha ganado a pulso el apelativo de San Iker.
Sus títulos, con 27 años, hablan de una carrera triunfal: una Eurocopa, cuatro Ligas, dos Copas de Europa, una Intercontinental, una Supercopa de Europa, tres de España y un Mundial Sub-20. No obstante, Casillas sabe que jugar en San Mamés no es fácil para el Real Madrid. Su balance en Bilbao es de tres victorias, dos empates, cinco derrotas y quince tantos encajados.
Esta noche, al pisar el césped de la Catedral, tendrá la ocasión de repasar su carrera deportiva. Y será inevitable que recuerde sus vacaciones de 2000 en Navalacruz, porque fue allí donde al final de la temporada recibió la noticia de su primer gran galardón: el Trofeo Bravo. No en vano, meses antes se había convertido en el portero más joven en jugar, y ganar, una final de la Copa de Europa, la Octava del Madrid.
Selección. En la temporada siguiente (2000-01) conquistó su primera Liga y la primera Supercopa de España. Paralelamente, el 3 de junio de 2000 llegó el debut con la Selección. Su tercera campaña en el primer equipo, en cambio, fue la más amarga porque Del Bosque le quitó la titularidad. "Pensé que no iba a jugar más", afirmó. Desde el 24 de febrero de 2002 hasta la final de la Champions no disputó ningún minuto. Pero los héroes siempre vuelven y Casillas resurgió en la final de Glasgow, en la que partía como suplente. A partir de ese instante fue intocable. Luego saboreó su segunda Liga (2002-03), antes de que vinieran años de sequía en cuanto a títulos, aunque Iker mantuvo su gran nivel y su particular forma de entender el fútbol que le hace más cercano: "No soy galáctico, soy de Móstoles".
Ni Capello, enamorado de los porteros altos, pudo resistirse a sus encantos. Con el italiano, Casillas sumó su tercera Liga. La cuarta vino con Schuster la temporada pasada, acompañada del Trofeo Zamora (Buyo fue el último madridista en lograrlo en la 91-92). En verano se coronó ganando la Eurocopa como capitán de la Selección. Una historia de fábula. Por algo ya tiene su propio cuento: La Magia de Iker. Su futuro seguro que da para escribir un libro.
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Fuente:As