Podría ser tan escueto como el cardenal Roncalli, quien el día en que fue nombrado jefe de la Iglesia católica como Juan XXIII, anotó en su diario: "Hoy me han hecho Papa". Bastaría entonces con decir: "El Barça ridiculizó al Madrid". Sin más. Porque ésa es la idea que dejó el duelo en el Palau Blaugrana, guión calcado al partido de Copa del Rey o al de Liga del pasado diciembre. El Regal Barcelona ganó, sí, pero su victoria nació tan pronto (28-17 a los ocho minutos) que adquiere un valor extra, el de tener tomada la medida al rival. Y a qué rival. Al eterno.
Esta vez no sólo Navarro salta al titular de portada. Cada vez que se fue al banquillo, el Madrid respiró, pero la batalla no la sentenció él, sino el juego colectivo del Barça. Cada ataque culé era un claro en el bosque que contrastaba con el atasco en hora punta madridista. No funcionaron los blancos bajo la batuta de Raúl, base titular; tampoco con él y Llull de escolta, ni con éste y Pepe juntos en pista. Daba igual. También dio igual que entrara Reyes, diezmado por una gastroenteritis antes siquiera que por los pívots barcelonistas. Él reflejó la impotencia para doblegar a Santiago, Andersen o Vázquez, unos monstruos de siete cabezas que se multiplicaban y hacían menguar el juego interior blanco. Seis tapones locales por ninguno visitante son un buen dato. Y esa superioridad se transformó en más visitas a la línea de tiro libre, un peaje para el Madrid en el primer cuarto, donde firmó un 4/6 por el 11/14 del Regal Barça. Navarro había dado inercia con sus nueve puntos, pero ahí frenó, seguro de que su acierto había contagiado a Basile (un triple suyo firmó el +12, 33-21), a Vázquez, a Andersen, a Sada...
Bullock y Tomas.
Muchos frentes abiertos, demasiados, para un Madrid en el que sólo Bullock anotaba, un equipo que jugaba con los ojos vendados. Lo refleja fielmente una jugada en la que Raúl botó, penetró por la derecha, pasó por debajo de tablero, rehusó tirar, volvió a recorrer la línea de fondo en sentido inverso y decidió solventar su estéril zigzag con un ganchito sin apenas mirar aro. No lo tocó, lógico.
Segundos después, Raúl se lesionó y ya no saldría en los dos últimos cuartos. Le tocó asistir desde el banquillo al peor partido blanco que se recuerda. La diferencia local creció hasta el Tibidabo (+15 en el minuto 23: 62-47; +21 en el 27: 70-49; +25 en el 33: 84-59), Winston -ayer titular- era un nuevo olvido y Reyes cometía su antideportiva (Mumbrú ya había hecho la suya).
Tomas tiró de orgullo (y de puntos), pero la vida se le iba al Madrid junto a las pérdidas de balón (18) y los interminables brazos de Ilyasova eran los que ahora agitaban la piñata. Fiesta azulgrana, con Plaza convertido en estatua de sal. Recital en el Palau y empate español en el grupo. El Barça se queda con el basket-average y el Madrid, sin ideas. Y ésas ni se compran ni se venden. Se tienen.
Fuente:As