Brasil abrió el partido con un concurso de goles. Primero fue Kaká, quien medio escorado y de fuerte remate coló el balón por la escuadra izquierda. El segundo en coger turno fue Robinho. Arrancó desde la izquierda en diagonal y soltó un impresionante cañonazo desde 30 metros que entró por la escuadra derecha.
Dos tiros, dos goles. A cuál más bello. Con ese porcentaje de acierto, la portería de Vega se convirtió en una caseta de feria: todo el que pasaba por allí disparaba. Repitió Robinho, probó Adriano y también Kaká.
Con el marcador rotundo, Brasil pecó de indolencia. Adriano se volvió egoísta, Robinho fallaba goles a bocajarro por confiado y Brasil redujo su sistema defensivo a la suerte del portero Julio César, que realizó cuatro paradones a remates de Maldonado.
Venezuela, en cambio, pagó su inocencia. La vinotinto tiene peligro arriba con el mallorquinista Arango y Maldonado, pero se descose en defensa. El portero Vega pudo hacer más, mucho más, en los primeros goles, y la pareja de centrales fue, simplemente, un desastre.
En la media hora final, Brasil paró el partido. Jugó a arreones, que solían coincidir con los encuentros de Kaká con el balón. Pocos jugadores en el mundo combinan como él potencia, técnica y elegancia.
El partido, no obstante, descubrió un defecto inmenso de Brasil: su eje defensivo. Se puede jugar con dos centrales, pero nunca con dos líberos. Lucio y Juan se comieron dos saques directos del portero y ninguno fijó a Maldonado, que se les escapó siempre.
Fuente:As.com