La polémica por la muerte del piloto galo Pascal Terry está lejos de desaparecer. Y más cuando aún no hay una causa oficial de la muerte, cuando no hay un culpable de que se tardaran 56 horas en encontrarle y cuando el jefe del departamento de operaciones de la policía argentina de La Pampa, Julio Acosta, afirmó que “habría podido ser salvado sin esas horas perdidas, si se le hubiera ayudado a tiempo y si a la policía se la hubiera informado con suficiente anticipación”.
Sus palabras no cayeron muy bien en el seno de la ASO, organizadora de la carrera, que sigue capeando el temporal como puede, pero a la que se está criticando duramente en el ámbito de los medios y los políticos de su país. Este jueves intentaron lavar algo su imagen abrumando con datos sobre su eficiencia en este Dakar. Lo intentó con la prensa española Etienne Lavigne, patrón de la carrera y único habilitado para hablar de forma oficial. El resto lo tienen prohibido. “Hemos atendido efectivamente ya 3.235 incidencias directas y 14 balizas de emergencias.
En el caso de Terry la información nos llegó el 5 de enero a las 8:00 h. de la mañana y en ese momento ya estaba muerto. Mandamos todos los medios al rescate, pero ya estábamos a más de 600 kilómetros”, señaló Lavigne.
Eso sí, tuvo que reconocer que el error estuvo “en la cadena de comunicación desde que se lanzó la baliza el día 4 (a París) y se comunicó a la carrera ya el día 5. Hay cosas que no se pueden explicar”. Lavigne sí negó la autopsia que habla de un edema pulmonar “ya que no es oficial y la causa oficial sólo se le comunicará a la familia”, señaló, zanjando cualquier oportunidad de preguntas. La mujer e hijos de Terry llegaron ayer a Argentina para hacerse cargo del cadáver.
Mayor seguridad
Por ahora, la muerte de Terry ha tenido varias consecuencias en la carrera. La organización está tratando de ser aún más precavida con los competidores a la par que busca minimizar los riesgos para todos los aventureros. La etapa con final en San Rafael resultó tan dura que los promotores del evento optaron por repescar a muchos, pero unos 40 se quedaron atrapados por lo que ayer tuvieron que mandar helicópteros a rescatarlos.
Lo que no ha variado mucho es la seguridad que se requiere a los pilotos. En la salida ocho personas se encargan de comprobar que todo está en orden. Lo que más miran son los dispositivos electrónicos es decir, GPS, el iritrack y el sentinel. A todos les hacen encender los motores para revisar su buen funcionamiento. Luego les dan una cartulina verde que deben entregar en los puntos de control para que sea sellada.
También exigen que lleven agua. “Tienen que ser tres litros. No vale que lleven uno y los otros sean de gasolina o aceite. Si es así tenemos orden de avisar a Control de Carrera y es casi seguro que los echen”, comenta David Deffense, un voluntario español. Por último, miran que tienen el libro de ruta y, tras verificarlo todo, les ponen una pegatina junto al dorsal que dice Safety y el número de etapa.
fuente:marca