La historia de Óscar de la Hoya, uno de los grandes del boxeo y el que mejor supo entender el sentido de espectáculo de este deporte, pudo haberse cerrado en la noche del sábado. Pero sin el brillo que le llevó a ser apodado como el Chico de Oro. Manny Pacquaio, un púgil rápido como un diablo, le dejó en evidencia en una pelea pactada en el peso welter, sin título en juego, en el monstruoso ring del MGM de Las Vegas y ante 15.000 personas.
El filipino pasó por encima del orgullo latino de Los Ángeles, a quien la ciudad ha erigido incluso una estatua en el paseo de la fama de las estrellas del deporte cercano al Staples Center, y le obligó a retirarse antes de comenzar el noveno round.
Prestigio.
El castigo que estaba recibiendo el Golden Boy, con un ojo izquierdo muy tocado, obligó a Nacho Beristain, su preparador, a sugerirle que no saliera a disputar el noveno asalto. "Óscar estaba vacío. No tenía con qué detener a Pacquaio. Llegó en una gran condición física, pero simplemente no pudo controlar la zurda del rival. Yo paré la pelea porque no quería que Óscar arrastrara su prestigio sobre el ring", resumió sincero el técnico, que para esta pelea estuvo asistido por un fichaje mediático para su equipo: Angelo Dundee.
Este viejo zorro entrenó a 15 campeones del mundo entre los que se encontraron Muhammad Ali, Sugar Ray Leonard o George Foreman, vivió batallas como el Rumble in the Jungle en Kinshasa y dejó sentencias en templos de rancio olor a sudor y agobiante humo de cigarrillo como el gimnasio Stillman's de Nueva York o el Fifth Street Gym de Miami. Pero sus enseñanzas, con 87 años ya, sirvieron de poco ante el filipino.
Pacquaio, que se embolsó un botín de 8,6 millones de euros, quizá haya sido la última parada para De la Hoya, que venía también de perder contra Floyd Mayweather Jr. en 2007 (victoria con Forbes entre medias). Tiene 35 años, un bonito récord de 39 victorias y 6 derrotas y la satisfacción de haber sido diez veces campeón del mundo, pero en seis divisiones diferentes, algo que nadie ha conseguido. Su bolsa en este combate puede doblar la del filipino, ya que con su empresa Golden Boy Promotions era parte del negocio y cada pinchazo en PPV costaba 43 euros. Durante su carrera, el hijo de emigrantes mexicanos, que era favorito en las apuestas, ha generado casi 470 millones de euros de beneficios. Ningún peso pesado ha llegado a esas cifras.
Corazón.
Quizá sea hora de decir adiós, aunque el estadounidense no quiso pronunciar la palabra retirada. Entre otras cosas porque no pasó por la sala de prensa y fue directo al hospital. Pero sí dejó alguna frase tras lo que se presentó en la publicidad como Pelea Soñada: "Mi corazón me pide que siga boxeando, seguro. Pero cuando el físico no te responde, lo mejor es ser inteligente y asegurar los mejores planes para el futuro".
Y en el plano físico y boxístico Pacquaio fue superior. Los jueces le dieron vencedor en los ocho rounds que se disputaron. Sólo en el séptimo asalto, el filipino conectó 45 golpes efectivos por sólo cuatro de De la Hoya. Sin tregua. En las estadísticas, figura que el vencedor colocó 224 lances de los 585 que intentó sobre la cabeza y el cuerpo del Chico de Oro mientras este sacó sus puños en 402 ocasiones y sólo llegó en 83. Eso también duele. Y desgasta.
"Sigues siendo mi ídolo", le dijo a Pacquaio al acabar. "No, tú eres mi ídolo", respondió De la Hoya con un abrazo. Hasta perdiendo es grande.
Fuente:Diario As.com
