Volvía la Champions al Calderón tras ausentarse once años que parecieron siglos. Y como cualquier cita largamente esperada, arreciaban los nervios. Estaré a la altura, balbucearé cuando salude, sabré comportarme cuando suene la música... Todo eso se pasaba por la cabeza de los aficionados del Atleti, hasta que miraron al césped y vieron al Kun. Entonces respiraron. Agüero ha nacido para jugar esta competición y el Olympique tardó poco en descubrirlo por las duras.
El globito de Maxi caía llovido sobre la frontal con aparente futuro de mileurista y en un instante era millonario. Lo que necesitó Agüero para pinchar el balón como si fuera de playa y aprovechar el control para recortar al pobre Erbate, irremediablemente pasado de frenada. Después, engañó a Mandanda con un paso de baile y marcó raso. Un golazo que permitió al Manzanares descargar un grito que llevaba atascado en su garganta desde aquel maldito día del Ajax, cuando éramos más jóvenes y más delgados, pero no teníamos a Kun. Quizás compense el cambio.
Con el 1-0 el Atleti se desmelenó y Agüero tuvo el segundo a los 7 minutos cuando, solo ante el portero, se vio tan sobrado que intentó marcar por arriba en aras de la belleza y no por abajo en busca de la eficacia. Se equivocó, está perdonado. Poco después fue Raúl García el que cabeceó rozando el palo cuando ya se cantaba el gol.
En esas, el OM, que se había visto muerto, recobró la fe. De ello se encargó Niang, con la colaboración esporádica de Valbuena. Lo del senegalés fue una de esas exhibiciones que no se olvidan y entró en el grupo de rivales que un día deslumbraron a un Calderón que aún les nombra con respeto, de Takac a Asprilla. Cada desmarque fue una lección de libro, su constancia resultó emocionante, su potencia alucinante y su peligro terrorífico.
En el 16' tuvo premio. Buen pase de Valbuena a la espalda de Pernía, centro de Bonnart y majestuoso salto de Niang para cabecear ajustado al palo. Gran gol y aviso a navegantes: el Marsella tiene dinamita en ataque y eso que Ben Arfa decidió lucir su cartel de eterna promesa en todo su esplendor.
El Atleti reaccionó con gallardía, aprovechando que Kun aún tenía gasolina. La desesperación de los defensas franceses iba en aumento, si fuesen dibujos animados les saldría humo por la nariz cada vez que Agüero cogía la pelota. Le embestían como toros. Les esquivaba como a niños. Y no estaba sólo. Assunçao y Raúl García jugaron sus mejores minutos del curso, Maxi dio síntomas de recuperación y Miguel demostró que, sin Simao, la izquierda debe ser suya. Hasta Pernía sacó bien una falta y Raúl García, muy hábil, metió la punta del pie para hacer el 2-1. Pura justicia.
Paradón.
Pero Niang no se rendía. Antes del descanso se inventó una rosca lejana que parecía imparable rumbo a la escuadra. Parecía. Porque Leo voló a mano cambiada para completar un cuadro precioso. Día tras día, el argentino demuestra que ha vuelto y la rotación con Coupet empieza a oler a cadáver.
La segunda parte fue otra historia. El Atleti, mermado y con el Barça en mente, reculó. Aguirre reforzó el medio con Maniche, que se empeñó en jugar contra viento y marea. En serio, después de ver la conversión del portugués de lobo estepario en líder ejemplar no me sorprendería ni que el cielo se desplomase sobre mi cabeza. Bravo.
El OM se adueñó del balón, pero se estrelló contra Heitinga y Ujfalusi, impecables. El partido parecía abocado a un final plácido hasta que Niang volvió a crear. Bajó un pelotazo con el pecho y su volea a la media vuelta rozó el palo. Pasado el susto llegó la fiesta. Seis puntos y el pase a tiro. Sonó la música de la Champions en el Calderón y Kun convirtió la melodía en inolvidable.
Fuente:Diario As.com