Del cielo, al infierno.... y a la indiferencia.

Este equipo tiene una facilidad pasmosa para viajar del cielo al infierno en cuestión de segundos. Y con él se lleva a una fiel compañera: la afición. La montaña rusa en la que vive instalado el club rojiblanco contagia inevitablemente a la hinchada. En sólo un minuto, se pasó de los aplausos a los pitos y viceversa. Ovación en ambos fondos para Roberto tras la 'manita' encajada en el Camp Nou cuando el arquero se colocaba bajo palos. Ánimos al equipo nada más comenzar el choque y silbidos en el segundo 45 de encuentro, cuando Crusat cogió el balón en el centro del campo y se plantó en el área rojiblanca sin hacer un solo regate. También tuvo lo suyo Sinama, criticado por la grada desde que tocó el primer balón. No estuvo muy acertado el francés, que al menos le echó ganas.

Se avecinaba tormenta en el Manzanares, y no sólo en el aspecto climatológico. Pero el Atlético, de la mano de un Jurado que lleva colgado desde que comenzó la Liga el cartel de 'MVP', llegaba con peligro a las inmediaciones de Diego Alves. Forlán se inventó un penalti tan claro como innecesario y el Calderón virbó. Pero el uruguayo demostró que también es de carne y hueso y pateó mal, muy mal. Lejos de venirse abajo, la grada empujó.

Pero tras la de cal, tocaba la de arena. Sinama se entretuvo en un mano a mano, el Almería montó una contra sensacional y Piatti marcó a placer. Más bronca en un Calderón que estaba a punto de celebrar un gol de Cléber Santana. Sí, del tan criticado brasileño, que ayer estuvo más entonado. Alegría, cánticos y el panorama que se tornaba alentados. ¿Cuánto duraría?

De ahí al descanso, tranquilidad -ni siquiera se cantó a Iturralde González- en una grada que se dedicó a recordar a Hugo Sánchez y su alta traición al Atlético en la década de los 80. El tiempo de asueto sirvió para preguntar por Pitarch (acudió al Calderón en muletas) y para comentar la protesta de la Puerta 0, ayer sólo con centenar y medio de seguidores.Mala hora y mal día.

A los diez minutos de la reanudación, Forlán hizo estallar al calderón aprovechando rechace para batir a Diego Alves. Volvía la euforia, pero con el paso de los minutos, el habitual run-run del Calderón se intensificaba. El Atlético no sentenciaba, y la grada se temía lo peor. Tras una incursión de Hugo Sánchez en el terreno de juego (Iturralde ni amonestó al mexicano) para devolver un balón, una jugada del Almería acabó con el esférico en la red de Roberto. Quedaban dos minutos para el final, y el Calderón volvió a estallar. Pero esta vez contra el equipo, contra el palco... Contra todo lo que se moviese. Nadie podía entender que al cuadro de Abel Resino se le hubiese podido escapar ese encuentro. Sonido de viento para los jugadores y cánticos contra Enrique Cerezo.

Ahí acabó todo. No hubo más protestas ni pitos. La gente se marchó a casa cabizbaja, como viene siendo habitual últimamente. Los seguidores colchoneros no tienen ganas ni de protestar. Esa indiferencia es lo peor que le puede pasar a un Atleti que se desangra