España evitó entra definitivamente en barrena con un triunfo ante Lituania que le permite seguir dependiendo de sí misma. Además, el equipo de Scariolo vivió su día más feliz en el campeonato, con la ayuda inestimable de un equipo lituano desahuciado y plagado de bajas. España escapó de un primer cuarto lamentable con un parcial de 23-0 en el segundo y se permitió un segundo tiempo plácido en el que asomaron por fin algunos de los rasgos definitorios del equipo y que parecían haberse extraviado en el camino a Polonia.
Esta película de ciencia ficción / terror, este drama que no sabemos si acabará en happy end o tragedia lacrimógena, comenzó ante Lituania (aquel a la postre tan significativo amistoso...) y apetece pensar que ha terminado ante Lituania. Pero conviene ser cautos y no lanzar las campanas al vuelo por si al final descubres que éstas doblan por ti. Digamos que el enfermo ha salido de la UVI, ha pasado a planta y queda en estado de observación. Porque España enderezó el rumbo tras un calamitoso comienzo y pareció en muchos momentos devolver el agua a su cauce y dejar atrás lo que ha sido una pesadilla de las de peor calaña. Pero no hay que olvidar ese primer cuarto, calco de los errores de todo el campeonato, ni sobre todo que el rival era pintiparado para recuperar el gesto y escenificar la fuerza de las conjuras y las promesas. Lituania, con su nombre más como un peso asfixiante que como una garantía, pasa de puntillas por el Europeo con un equipo en el que faltan muchas más estrellas y referencias de las que están. Un moribundo con una camiseta legendaria: el bálsamo perfecto tras el patinazo ante Turquía y las convulsas horas que le siguieron.
Del infierno al cielo
Del infierno al cielo....o al menos a la superficie. Ese fue el viaje de España en el segundo cuarto tras un inicio nefasto que llevó a pensar que no había conjura que valiera contra semejante maleficio. En el primer cuarto la selección repitió errores y firmó una actuación deplorable. Se quedó en 15 puntos y permitió 24 a esta versión tan pobre de Lituania, que se bastó con la eficacia de kristof Lavrinovic y la efervescencia del joven y prometedor Kalnietis, y que no hizo nada que no hubieran hechos los anteriores rivales de la selección: aprovechar los constantes regalos cerca de la zona, el carrusel de desajustes que no llegaba para frenar la continuación de los bloqueos ni los dos contra dos y los malos acoples en las ayudas que permitían tiros siempre cómodos. España, además, repitió película de terror en ataque: recital desafinado de pérdidas de balón (4 en esos primeros diez minutos) e inexistencia de juego en equipo ni por filosofía (sin estilo definido) ni por aplicación de sistemas. Ecuaciones y fórmulas que resultaban una vez más en posesiones erráticas, lanzamientos lastimosos y nervios otra vez a flor de piel.
Por un momento no quedó optimista, por muy recalcitrante que fuera, que no viera a la selección sumida en un pozo que parecía conducir de forma inequívoca a la consumación del gran desastre. Scariolo había probado casi todas las opciones en apenas un cuarto hasta que España funcionó por fin en el segundo, en el que firmó siete minutos sublimes que quedaron sellados por un descomunal parcial de 23-0. ¿Sublime? lo fue, aunque no hay que olvidar que la aplicación de España no fue demasiado más allá de lo que hace no tanto tiempo era simplemente costumbre. Pero el caso es que España despertó y reaccionó desde las mismas puertas del infierno. Los tiros de tres entraron, la circulación mejoró, las pérdidas se minimizaron (sólo una en el segundo cuarto), aparecieron referentes espirituales como Navarro y Garbajosa, se encontraron vías de pase óptimas a Pau Gasol y se defendió con el cuchillo entre los dientes, adaptándose al permisivo criterio arbitral, cerrando las vías de pase y el rebote e intimidando (3 tapones de Gasol).
El único pero de España en esos minutos fue un final menos lujoso en el que Kleiza decidió terminar con el ridículo estado de shock de Lituania y dirigió con 5 puntos un parcial de 2-8 que dejó a su equipo aparentemente herido pero no muerto después de haber rozado la desbandada, el siniestro total. Su camiseta pesa; Pesa mucho. Su nombre es tradición, historia y sinónimo de baloncesto, pero juega con la versión 'B' y es un equipo que apenas compite en este Eurobasket y que venía de abrir la segunda fase con una derrota devastadora ante Eslovenia (58-81). Recordemos que no están los que faltan siempre (Ilgauskas), los que nunca deberían faltar (Jasikevicius, Siskauskas, Kaukenas, Songaila...) y hasta Jasaitis, presente en el campeonato pero ausente del partido por molestias. En esas condiciones y sin victorias en esta segunda fase, Lituania aguarda el final del campeonato de puntillas, incapaz de estar a la altura de su historia. El rival por lo tanto era el ideal para recuperar la sonrisa y mejor no imaginar qué hubiera pasado si en la situación en la que llegaba España al partido se hubiera encontrado al otro lado de la cancha con Siskauskas, Kaukenas, Jasikevicius y compañía...
Bajo control... por fin
Esa pequeña bajada de tensión con la que se llegó el descanso la sufrió España también en el arranque del tercer cuarto. Lagunas de concentración, falta de pulsión en la lucha por el rebote y laxitud ofensiva. Fue, esta vez sí, un espejismo que propició el último marcador peligroso: 42-37. A partir de ahí España despegó definitivamente ayudada por un rival con la mandíbula de cristal, con muy pocos argumentos y un evidente síndrome de caída de brazos.
Pau Gasol condujo la batalla que cerró la guerra. Anotó seis puntos seguidos y un 12-2 abrió la brecha definitiva que ya no hizo más que crecer hasta el final del tercer cuarto (64-43). Por el camino hubo buenas defensas y una estimulante recuperación de confianza en ataque. Llovían triples (Raúl López, Garbajosa...), los pases eran más atrevidos y precisos y España empezó a acelerar hacia la velocidad en la que se supone que siempre debería navegar. En esos minutos también se encontró a sí mismo Ricky Rubio, que dejó buenas sensaciones y buenos números: 5 puntos, 9 asistencias, 3 robos.
La mejora de números fue generalizada, también la de sensaciones. Garbajosa (10 puntos y metido esta vez en ritmo de partido) pareció el jugador de Japón y Navarro (13 puntos, 3/6 en triples) se empezó a parecer a Navarro. Pau Gasol por su parte ofreció la imagen autoritaria que se le supone, la que produce grandes números casi sin despeinarse (19 puntos, 8 rebotes, 3 tapones). Mientras todo esto sucedía, mientras España recuperaba la agilidad defensiva y el juego entre pívots, el banquillo celebraba cada acción como si fuera la final, muy lejos de la actitud habitual en un partido de segunda fase al que le sobró todo el último cuarto, que terminó en basket de fogueo, cierta abulia por parte de España y repunte lituano para maquillar el resultado final (84-70).
Ese lenguaje gestual servido con guarnición de sonrisas era otra prueba, una más, de lo necesario que era un triunfo así. No sabemos si a partir de un partido así llegará el despegue definitivo, pero sí que éste nunca podría llegar sin que mediara una actuación como esta. Si las sensaciones han vuelto, si las heridas han empezado a cicatrizar y si no nos engañan las facilidades otorgadas por un rival de realidad comatosa en este Eurobasket, se puede pensar que el campeonato no ha hecho más que comenzar, y que lo ha hecho a tiempo, para España.
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