Es muy posible que la etapa de Sierra Nevada haya sido la más decisiva de la Vuelta. Lo confirmaremos dentro de una semana, pero a esta hora la sensación es que Valverde ha eliminado a su principal adversario, Evans, y que el resto, tanto Gesink como Basso, no tienen más fuerzas que él ni más pericia contra el reloj.
Digo que Valverde eliminó a Evans cuando lo cierto es que el australiano fue fulminado por el infortunio. A 14 kilómetros de la meta, mientras circulaba en el grupo del líder, quien era segundo clasificado en la general (a 7 segundos) sufrió un pinchazo en la rueda trasera. Y hasta la localización fue maldita. Mientras las ruedas delanteras se sustituyen al vuelo, las traseras requieren de una habilidad que casa mal con los nervios.
Añadamos a todo eso que la moto neutra de asistencia llegó tarde (y empanada) y que el coche del Silence Lotto se encontraba atrapado en la caravana. El resultado fue la absoluta impotencia de Evans, que terminó cambiando de bicicleta e iniciando una cronoescalada contra el mundo. Había perdido un minuto y 13 segundos.
En ese momento, la situación de carrera no ofrecía más sobresaltos que el suyo. Moncoutié, superviviente de una multitudinaria escapada formada en los primeros kilómetros, marchaba en primera posición, con una ventaja superior a cinco minutos. Por detrás goteaban los ciclistas de la fuga, hasta llegar al grupo de candidatos, donde resistían Valverde, Gesink, Basso, Mosquera y algunos visitantes circunstanciales.
Estoy por afirmar que el incidente de Evans cambió la mentalidad de sus adversarios. Y en el caso de Valverde también tuvo el efecto de reactivar sus piernas. Hasta entonces, el líder corría en los últimos lugares, dando la impresión de estar sofocado. Después de ser ayudado por los dioses le mejoró el ánimo y la colocación.
Evans, entretanto, ascendía a golpe de riñón y de piñón, algo cebado en el desarrollo y conmovedoramente orgulloso. No tardó en atrapar a Samuel Sánchez, que se había descolgado pronto y boqueaba en compañía de Igor Antón.
No tenían buen aspecto los Euskaltel, pero las apariencias engañan. Los grandes puertos admiten muchas novelas, y quien creyó morir puede recuperarse con la misma facilidad que agotarse quien se las prometía felices.
Y Samuel resucitó. Dio con el ritmo que te rescata, con el pedaleo que alivia sin perder velocidad. Evans no encontró ese filón y comenzó a hacer la goma, más sufriente todavía, mascullando su pena.
Por delante, Basso volvía a dejar sin respuesta el enorme esfuerzo de su equipo. Más que atacar, se adelantaba un par de metros para observar la cara de sus rivales. "Mala cara", debía pensar. "Como la mía", debía concluir.
Desenlace.
Mosquera (que fue sancionado con 20 segundos por avituallamiento ilegal) era el más activo y lo intentó hasta que por fin tomó unos metros de ventaja. En ese movimiento se advirtieron los problemas de Gesink y la recuperación de Valverde, que alcanzó la pendiente adecuada, el terreno ideal y el pensamiento positivo: ya soy campeón, o casi.
Monsieur Moncoutié se coronó en Sierra Nevada con 52 segundos sobre Mosquera. Valverde arañó ocho segundos de bonificación y en el último empellón ganó otro más a Basso y Gesink. Samuel cedió 21 segundos con el líder y Evans, 1:08.
Hoy se sube La Pandera y el peligro está totalmente identificado: pinchazos, rayos y cáscaras de plátano.
Samuel se quedó en el Monachil
Samuel Sánchez fue el primero de los favoritos que cedió ayer. El asturiano se quedó descolgado en la ascensión al Monachil, y sus compañeros Txurruka y Antón le ayudaron a minimizar pérdidas. En Sierra Nevada, Samuel subió en solitario.
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