Una generación como no habrá otra explotó el 25 de julio de 1999 en el pabellón Atlántico de Lisboa. Mañana se cumplirán 10 años de la gesta de aquellos imberbes semidesconocidos. Doce chavales pusieron el planeta basket patas arriba al derrotar a Estados Unidos en la final del Mundial júnior. Aquel día, la ÑBA echó los dientes. Empezó a hacerse mayor y, tras una década, atraviesa por una madurez espectacular.
Una buena camada baloncestística puede arrojar tres o cuatro jugadores de elite. Cuando salen ocho de una sola vez, se roza lo paranormal. Eso ocurrió con la generación del 80, que formaba el grueso de aquel equipo y compone el núcleo duro de la actual selección campeona del mundo absoluta. Por allí andaba un futuro campeón de la NBA como Pau, otros dos jugadores que probarían suerte en Estados Unidos como Navarro y Raúl López y más de la mitad son estrellas del panorama europeo de la talla de Felipe, Cabezas o Berni. Y por no hablar de Calderón, que se perdió el campeonato por una lesión. Irrepetible.
PAU GASOL
"En 1999 nadie se había fijado en mí, yo todavía no estaba en el mapa"
Raúl y Navarro ya desbordaban talento con 18 años. Ellos mandaban. “Eran impresionantes en el uno contra uno, por la velocidad, por su carisma... Compartía posición con Raúl y no me cuesta decir que era buenísimo. Y Navarro ya era un killer con 14 años. Metía triples desde ocho metros”, dice Cabezas. Con ellos podía intuirse una carrera trufada de éxitos y galardones individuales. Otros sorprendieron por lo tardío de su explosión.
El caso más sorprendente es del de Pau. “Cuando me llegó la carta de la FEB me hizo mucha ilusión. Nadie se había fijado en mí. Yo no estaba en el mapa. Navarro, Raúl y Germán tiraban del carro y yo no era de los mejores”, recuerda quien jugó 15 minutos de media en el torneo y era el cuarto pívot. “Lo que ha hecho Pau no se lo podía imaginar nadie”, cuenta Berni. Como dice Raúl, “pasó de ser un complemento a estar entre los jugadores europeos de leyenda”. El mejor de la historia del basket español, sin duda.
Para Pau y para el resto, ese oro significó colocarse en el escaparate. “Fue nuestro trampolín. Nos dimos cuenta de que podíamos ganarnos la vida con el baloncesto, que era lo que nos gustaba”, asegura Raúl. Todos lo siguen haciendo, pero cada uno a su manera. Todas las carreras no han sido iguales. Tres de los integrantes de aquel equipo juegan en la LEB y uno de ellos, Félix Herráiz, tuvo que retirarse a causa de las lesiones y ahora entrena en categorías inferiores.
AMBIENTE EXCEPCIONAL
Todos los que estuvieron en aquel equipo coinciden en el buen ambiente que se vivía en ese equipo. “Jugábamos sin presión, sólo para divertirnos. Además, tuvimos a un entrenador como Charly Sainz de Aja, que supo llevar el grupo y era como un padre”, explica Germán Gabriel, el afortunado que atrapó el balón en cuanto terminó la final.
El equipo era un grupo de amiguetes que se juntaban para jugar. Casi todos habían sido campeones de Europa el año anterior y habían triunfado en el prestigioso Torneo de Mannheim. La buena química se notó ya en la concentración de Madrid. “Felipe nos llevó a un sex shop. No sé cómo nos dejaron pasar porque muchos no teníamos la edad. Imagino que porque éramos altos”, desvela Pau.
El buen rollo se ha mantenido con los años. “Mantenemos el contacto y siempre que nos vemos es como si no hubiese pasado el tiempo”, afirma Antonio Bueno. Esas buenas sensaciones les hicieron superar los momentos críticos, que también los hubo. Por ejemplo, la semifinal ante Argentina. Fue el choque más complicado. Lo resolvió Raúl López con dos tiros libres.
La final contra Estados Unidos no fue un paseo, pero sí más cómoda. Estalló La Bomba con 25 puntos y todo fue más sencillo. Se mereció el MVP del torneo —fue Kirilenko—, pero sólo le dieron el de la final. Un pedacito de él le correspondió a Germán que, con su juego de pies, volvió locos a los pívots americanos. Y otro a Cabezas, que anotó un triple clave a falta de un minuto. Así lo recuerda: “Raúl penetró. Vio que Navarro estaba a la derecha y yo a la izquierda. Me la dio y la clavé. Esa canasta me marcó”.
PUROS, MARISCO Y TINTE
Después se desató la locura. “Aquella noche no dormimos ninguno”, dice Gasol. “Fue una noche de locos”, asegura Germán. “Nos compramos unos puros y nos inflamos a marisco”, cuenta Cabezas. La celebración tuvo consecuencias estéticas. Prometieron teñirse de amarillo si ganaban el oro. Cumplieron. “No nos quedaba nada bien, pero era lo de menos”, bromea Navarro, que tuvo que teñirse de moreno para recuperar su imagen.
CARLOS CABEZAS
"Navarro, con 14 años, ya metía triples de ocho metros y Raúl era buenísimo"
Por el pelo, y sobre todo por la medalla, se bautizó a los chavales como los júniors de oro. La coletilla no queda mal cuando se es joven. Ahora, cuando rozan la treintena, ya no queda tan bien. Berni expone su teoría con humor: “Llega una edad en la que te deja de hacer gracia, pero es una etiqueta de la que te sientes orgulloso. Esto es como los que triunfan en Operación Triunfo y luego reniegan. Pues si nosotros somos los júniors de oro, encantados... pese a nuestra edad”.
La mejor generación de la historia del basket español ya ha sido campeona del mundo júnior y absoluta y también ha ganado una medalla olímpica. Sólo le queda un reto: un oro europeo. Éste es su año. “La ilusión que tengo con la selección es muy especial. Estar con el equipo que tenemos, de grandísimo nivel, es una gran suerte y me gusta aprovechar las oportunidades”, sentencia Pau, que este verano volverá a juntarse con sus colegas para cerrar la década prodigiosa.
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