Atacó y sacó 21 segundos al grupo de favoritos. Nocentini, líder
En una etapa montañosa de más de seis horas, fue necesario esperar a los últimos 15 minutos para advertir algún movimiento entre los favoritos. Evans fue el primero en probar fuerzas cuando faltaban 1,7 kilómetros para la meta. Su tirón duró apenas cien metros. En cuanto fue capturado y restablecido el orden, Contador atacó. Lo hizo con un demarraje fulminante, tan alegre y danzón que quedó claro que llevaba rato mordiéndose las uñas y los labios, harto de jugar al ajedrez. En cada caso, Armstrong se comportó con solvencia y corrección, sin responder, sin insultar y sin desfallecer.
El resultado de la escaramuza fue que Contador aventajó en 21 segundos al grupo opositor, integrado por once ciclistas, entre ellos Armstrong, que perdía su posición en la general en favor de su compañero por sólo dos segundos. El asunto hubiera sido morboso y excitante (Contador líder y el americano otra vez a un suspiro del amarillo) de no ser porque una escapada corrió una aventura aparte.
Muy por delante del pelotón se desarrolló una historia con nueve protagonistas de los cuales dos eran españoles, Egoi Martínez e Iván Gutiérrez. Si el esfuerzo de los escapados resultó siempre encomiable, lo sorprendente fue la abulia de los perseguidores, y de la crítica excluyo al equipo Astaná, que ejerció su jefatura, y, por razones obvias, a las formaciones con representantes en la fuga: Caisse d'Epargne, Euskaltel, Ag2r, Liquigas, Cofidis, Milram, Quick Step y Agritubel. Compren estos productos si precisan ahorrar, comunicarse, gasificarse, adquirir leche, renovar el parqué o mejorar los establos.
Salvadas esas cabezas, apunto a los equipos como Cervelo (Sastre), Silence (Evans), Saxo Bank (los Schleck) o Rabobank (Menchov) y, más concretamente, apunto a sus directores, mansos entre los mansos. Ninguno de ellos se interesó en cazar a los escapados, despreciando así la victoria de etapa y la posibilidad, remota o no, de empezar a recortar distancias con los Astaná, de luchar por el Tour, en definitiva.
El ganador de la etapa, el joven Brice Feillu, le debe mucho a esa colección de pusilánimes. También Rinaldo Nocentini, nuevo líder de la carrera por seis segundos. Sin la pasividad de esos directores, ellos dos hubieran seguido siendo extras sin línea en la película del Tour. Valga la torpeza de los estrategas con volante para premiar la osadía de un debutante de 23 primaveras, Feillu, y el esfuerzo de un veterano de 31 años, Nocentini, que jamás imaginó un broche parecido.
Dictadura kazaja.
Como queda dicho, el balance de la primera etapa de montaña favorece estrepitosamente al Astaná, que, descartado Nocentini (que me disculpe), coloca a cuatro ciclistas entre los cinco primeros (Contador, Armstrong, Leipheimer y Klöden). A tenor de los visto en Andorra, sólo Evans y Andy Schleck, principal perseguidor de Contador, se presentan como resistencia activa. Los demás observan, y entre los observadores conviene distinguir a Bradley Wiggins, triple campeón olímpico en pista que ayer resistió entre los favoritos. Parece tarde para su reconversión (29 años), pero si fuera cierta tendríamos a un lobo en el corral de los gallos. Hoy sabremos más sobre los tapados y sobre el viejo Armstrong.
Habían pasado 28 minutos de la llegada del chico Feillu cuando apareció por la meta, lloroso y feliz, su hermano Romain (25 años, líder el pasado año). El pequeño (1,88) prosigue con la dinastía. Espléndido, sí, pero le deben una ronda a media docena de directores.
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