Brad Oleson iba a ser el fichaje estrella del Real Madrid para la próxima temporada pero la llegada de Messina al banquillo y de Maceiras al despacho ha cambiado radicalmente el panorama. El escolta de Alaska es jugador blanco oficiosamente desde hace varios meses pero no ha sido presentado ni parece que vaya a suceder.
Messina quiere a Prigioni a toda costa y el TAU, que ha ejercido la cláusula de renovación unilateral contra el deseo del base, ya le ha dicho al Madrid que sólo se desprenderá del argentino a cambio de Oleson. Los clubes están de acuerdo en la operación y apenas faltan unos flecos pero ninguno se ha puesto en contacto con Oleson.
Puede parecer un chiste, pero están negociando sin contar con el jugador. Hace poco más de 48 horas, Maceiras llamó al representante del escolta para transmitirle un breve mensaje: "Espera una llamada del TAU". Algo que de momento no ha sucedido y que ha terminado de encrespar al entorno del jugador, que vive esta situación sin salir de su asombro.
El escolta de Alaska, que pasa estos días recluido y desconectado para no volverse loco ante tantos rumores e informaciones, cree que está capacitado para triunfar en el Madrid. Esa es su ilusión y por eso aceptó la oferta blanca por encima de otras más jugosas como las de Maccabi, Unicaja o el propio TAU. Su compromiso con los blancos es tal que firmó por cinco temporadas y una cláusula de rescisión similar a la de Ricky y ahora se encuentra siendo el protagonista inesperado de una historia rocambolesca: el Madrid le quiere emplear como moneda de cambio sin probarle y le ha escogido Vitoria como destino.
Nadie le ha consultado qué le parecería entrar en un traspaso ni si lo aceptaría y ambos clubes han dado por supuesto el sí del jugador, que de momento, no ha recibido compensación ni económica ni moral. Ha pasado de ser el fichaje estrella a un comodín. Normal que ande disgustado ya que parece que sólo tiene dos opciones: vetar el traspaso y quedarse en el Madrid contra la voluntad de los nuevos rectores o aceptar ir a Vitoria, un destino impuesto.
El jugador, que tendrá pasaporte español en septiembre, no quiere ser un lastre pero tampoco una marioneta con la que se puede jugar sin su consentimiento.
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Marca.com
