El ascenso, toma primera

Había en los ochenta una película, Tiernas Primas, clasificada con una de aquellas eses culebreras que atraían a rijosos lagartos adolescentes. La cosa era que llegaban unas primas a la casa para pasar el verano y retozaban los mozos con fervor de pubertad nocturna. Algo parecido ocurre en Segunda, donde con la primavera han llegado las primas y anda todo el mundo con la líbido y las suspicacias desaforadas, porque las primas hacen tiernos los partidos y el Hércules, al que se le escapa la gallina, va a agotar el repertorio de acusaciones.

Mira, ahí acertó Marcelino: lo siguiente será el dopaje. O la muerte de Manolete. Por cierto, una pregunta capciosa: ¿Ya nadie compra árbitros? Se ve que la línea recta ha dejado de ser el camino más corto entre dos puntos. Así que con mucho ruido y más nueces llega el Zaragoza a Salamanca, encuentro lleno de reminiscencias como aquel autogol de tacón que Rezza le metió al portero Seoane. No fue D'Alessandro, no. Fue Seoane. D'Alessandro no jugó aquel día. Así que indulten ya al hombre los desmemoriados y los perezosos.

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