El negocio de Ecclestone tiene estas cosas. Mientras los circuitos de la vieja Europa sufren presiones y gastan dinero en mejoras para no verse fuera del calendario, Hungaroring se mantiene año tras año como un dinosaurio. Salvo la bacheada pista, que es muy técnica y fue reformada ligeramente en 2005, el paddock es una estrecha calle en la que apenas caben los camiones y el fuerte calor suele afectar por igual las mentes de pilotos y jefes de equipo.
La sala de prensa es del antiguo régimen comunista, con sillas de hace cuarenta años, pero eso a nadie le preocupa. Como pagan y muy bien, ahí se mantiene sin queja alguna y con unas instalaciones inferiores a las del renqueante Magny-Cours, por ejemplo. Fernando Alonso llegó ayer al circuito a las once de la mañana y se encontró con el ambiente de balneario habitual en Renault, muy distinto al de altísima tensión del año pasado. El asturiano tiene entre ceja y ceja un objetivo, hacer una gran calificación que le permita acabar la carrera entre los cinco primeros.
En este retorcido trazado es prácticamente imposible adelantar en pista y el R28 sólo es competitivo a una vuelta en las manos de Alonso. Sus calificaciones han sido hasta ahora excelentes: segundo en Barcelona, séptimo en Turquía, séptimo en Mónaco, cuarto en Montreal, cuarto en Francia (que fue tercero en parrilla por la sanción a Hamilton), sexto en Silverstone y quinto en Hockenheim. Pero le han pasado en ocasiones por ritmo o, en el caso de Alemania, por su deficiente capacidad de tracción. Aquí es muy difícil y tampoco es sencillo pasar por ritmo ya que no es una autopista, se trata de un circuito muy bacheado, con mucho tráfico, doblados y en el que no es tan fácil ser veloz y constante.
fuente: as