Josep María Nogués debutó en Primera de la misma manera que lo hizo Paco Chaparro hace dos temporadas: en Santander, ganando en una situación dramática y con Edu como abrelatas. Aunque en la excelente puesta en escena del técnico bético contribuyó de manera formidable la defensa del Racing que, si durante toda la temporada se había mostrado más o menos fiable y compacta, ayer hizo un homenaje al día de la madre. Mark González volvió loco a Pinillos, Edu siempre fue más listo que Garay y Moratón, sobre todo en el empate a uno, y Oriol demostró una vez más que su ímpetu no es suficiente si éste no va rociado de más materia gris. Él propició la expulsión de Toño como colofón a varios errores más, siendo su gazapo decisivamente doloroso. De todo ello se benefició Emaná, que hizo dos tantos (el primero de ellos maradoniano) y salió merecidamente ovacionado de El Sardinero. Sabia su afición.
Sin embargo, antes del caos cántabro pudo llegar la fiesta. Porque el inicio pintó bien. Como tantas otras veces. Recuerden los partidos en casa ante el Barça, Recre o Villarreal. El Racing salió presionante, decidido y ambicioso. De ahí que arrinconara al Betis en los primeros 15 minutos. En mitad de tanta insistencia, Luccin adelantó al conjunto verdiblanco con un zapatazo desde la frontal a la salida de un córner, siendo la primera vez que alguien hacía daño así al Betis en toda la Liga. Una de esas jugadas que justifican las insoportables sesiones de vídeo y estrategia con las que someten los técnicos a sus jugadores.
Entonces fue cuando el Racing tuvo la primera oportunidad de dar una merecida alegría a su hinchada. Pero le sobrevino el enésimo ataque de narcolepsia. Un trance ya habitual en cada partido, que quizás se origine en la falta de pausa cuando se pone por delante. Así, y aunque parezca contradictorio, el Betis comenzó a crecerse en la adversidad. Tirado por la sapiencia del emperador Aurelio y la calidad de Edu. Éste, como ya hiciera en el 2007, sacó a su equipo de la depresión en los Campos de Sport con un tanto de pillo. El centro medido del Mark González desde la banda izquierda y el resbalón de los centrales le ayudaron.
Remontada.
Nogués, joven pero raudo, sabía que era su momento. Supo leer que en la espalda de Pinillos había petróleo. Y que Mark era su mejor perforador. Allí volcó el Betis su juego y el Racing sus defectos. Pero para tapar un santo, el conjunto cántabro desvistió otro. Y tanta basculación de medios y centrales a esa zona empantanada descamisó a los de Muñiz. De ahí que Lacen y Luccin estuvieran peor escalonados que nunca. La aparición de Emaná en el 1-2 lo resume. Con su eslalon, además de surcar el centro, sonrojó a Pinillos y a Garay para burlar de inmediato la salida de Toño, que cumplió la centena de partidos oficiales con el Racing sin olerla.
Menos mal que Zigic y Marcano no entienden de pájaras y siempre están al quite. Para mejorar lo bueno o para maquillar lo malo. Como ayer. El serbio empató el encuentro con un cabezazo de lujo en un nuevo córner botado por Munitis. Se palpaba que el empate era justo. Aunque también que no sería definitivo. Los ataques eran brillantes y las defensas caritativas. Moratón, sustituido en el descanso, cargó con todas las culpas, las propias y las ajenas; cuando Garay, Pini, Arzu o Melli habían hecho más méritos para pedir un relevo.
Pero con la sustitución de Mora no se acabaron los despropósitos. Nada más empezar el segundo tiempo llegó la expulsión de Toño, dura pero justa, y minutos después la puntilla de Emaná Pelé tras un nuevo error en la retaguardia. Con el 2-3 el Racing dio muestras de asfixia y el Betis de madurez. El empate local o la goleada visitante estaban a la misma distancia, pero nada llegó. No había más fuerzas. Con diez, a los de Muñiz sólo le sobraban calambres y dudas, mientras que al Betis únicamente le faltaba otra contra letal o un nuevo regalo. Porque la defensa cántabra fue su mejor ataque.
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