Se acabó lo que se daba

Después de dos semanas de espectáculo, el tenis en Melbourne se toma un respiro. Un torneo, el Open de Australia que nos deja una dulce resaca a todos los seguidores y amantes del mundo de la raqueta. Es ahora cuando hay que empezar a hacer análisis de lo ocurrido, de las consecuencias positivas y negativas de cada uno de los aquí participantes, del tirón que el tenis tiene en el panorama deportivo internacional.

A vuela pluma, aún en caliente, plácidamente asombrado me encuentro por las sorprendentes victorias de Novak Djokovic en el cuadro masculino, de María Sharapova en el cuadro femenino y del buen papel de la 'Armada' en el primer Grand Slam de la temporada. El serbio se consolida como alternativa al circuito ATP y su rival en la final, el francés Jo-Wilfred Tsonga, como botón de muestra de que el tenis masculino no es cosa de dos. Federer y Nadal dejaron la tierra de los canguros en semifinales y seguirán con su duelo particular por la denominación de 'mejor tenista del mundo (del momento)' por las pistas de medio mundo.

'Fifty-fifty' sucedió en el bando femenino. Sharapova logró resarcirse de la final del año pasado y escribió con glamour su nombre en el palmarés femenino. Para ello, se deshizo en el camino de la número uno, Justine Henin, que sigue arrancando a medio gas las temporadas y que se quedó muy pronto en este camino. Ana Ivanovic acompañó a la siberiana en la gran final, un duelo de bellezas que terminó con sabor agridulce pues, a pesar de caer -algo que le servirá como experiencia-, acaba como número dos del circuito WTA.

Dos semanas, vuelvo a decir, en el que ha sido un placer ocupar un lugar tan privilegiado como este Palco. Una butaca con una panorámica muy especial donde el tenis alcanza otra dimensión. Esta despedida no es un 'adiós' sino un 'hasta pronto'. Porque el tenis sigue y nosotros seguiremos avanzando de su mano... o raqueta en este caso.

Fuente: marca.com