Simoncelli sale impune de otro crimen en casa

Pasini se llevó una carrera marcada por la jugarreta con la que el italiano sacó a Bautista de la pista y la Dirección de Carrera sólo le puso una multa económica y una inútil tarjeta amarilla.

Clama al cielo que Simoncelli haya vuelto a salir de rositas de Mugello, porque una sanción de 5.000 dólares y una estéril tarjeta amarilla que sonó a tomadura de pelo en el box de Aspar, donde se anhelaba una merecidísima sanción al italiano. El de Gilera, que es reincidente, salió así impune de otro crimen, porque no se puede calificar de otra manera lo que le hizo a Bautista en la undécima vuelta.

La carrera fue pasada por agua y arrancó con Marco disparado hacia la victoria. Llegó a tener siete segundos de ventaja en sólo tres vueltas, pero a partir de ahí Pasini y Bautista se entendieron a la perfección y en cuatro vueltas llegaron a su rueda. Una vez formado el trío, el español probó a pasar a Marco e iniciar la escapada, pero el italiano es una auténtica garrapata cuando se lo propone y le resultó imposible deshacerse de él. Quizá lo hubiera conseguido con el paso de las vueltas, pero el niño mimado de Noale decidió que, como no iba a poder ganar al talaverano, era mejor dejarle fuera de combate aunque fuera con malas artes. Así fue como trazó la primera curva de Casanova-Savelli recortándola por dentro y embistiendo a su rival. No contento con eso, en vez de frenar, siguió pegado a él y no se separó hasta que ambos iban ya por la tierra.

Aquello ponía a Pasini primero, con Simoncelli y Bautista tras ellos y distanciados entre sí por cinco segundos. El español fue capaz de llegar nuevamente a su estela, pero un latigazo estuvo a punto lanzarle por los aires y decidió acabar tercero. El que sí pudo progresar más fue Marco, que se pasó hasta siete veces con Pasini en una última vuelta de infarto. Ganó el duelo Pasini, pero la verdadera victoria de Simoncelli fue que no atendiera la reclamación.

Para más desfachatez, Simoncelli cambió sus iniciales excusas por el "error" que había cometido por un posterior discurso en el que consideraba una injusticia su leve sanción y atacaba a los españoles tachándolos de llorones. Al menos sí reconoció que lo que le hizo el año pasado a Barberá en este mismo circuito, cuando le tiró en la recta a 230 km/h, habría sido más sancionable. Entonces, como ayer, el italiano se fue de rositas.

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